La elaboración artesanal de dulces para la fiesta de Todos Santos es una actividad que perdura por más de un siglo entre algunas familias cochabambinas que se esmeran para mantener esta tradición.
La inclusión de dulces en la mesa que se arma para recibir a los difuntos conlleva horas de esfuerzo y dedicación, según los artesanos.
La forma de los dulces es elemental porque cumple una función de acuerdo a las costumbres. Uno de los más tradicionales es la canasta que suele estar asociada a que el alma la usa para llevar las ofrendas.
En Cochabamba la elaboración del dulce es un trabajo manual que se ha sido aprendido por generaciones. Este es el caso de la familia Garnica que lleva más de un siglo realizando este arte en la ciudad.
La imaginación de los familiares de los difuntos es el límite que tiene la familia Garnica a la hora de crear estos elementos. Con una anticipación de 45 días, los elaboradores se reúnen para iniciar el trabajo y dar rienda a creación de diferentes figuras.
“Este año estamos con los pedidos de un carpinterito, que debe estar en una posición específica. Después me han pedido que hagamos una persona que trabajaba en la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica (Elfec) que esté en un poste con una escalera subiendo”, dijo Larry Garnica, quien lidera el trabajo en la funeraria de su familia ubicada cerca del Cementerio General.
Añadió que otro pedido singular que se elabora es el de una máscara de la diablada.
El trabajo es continuo y cada una de las personas que apoya en la elaboración cumple con un rol específico.
El preparado se inicia con la mezcla de azúcar y agua, además de los ingredientes especiales, para luego pasarlos a un batán donde se agrega el color para esos dulces, según los artesanos. . Tras la inclusión del colorante vegetal, se procede a mezclar el almíbar en una especie de perchero de madera que sirve para amasar el dulce. Luego de tener dos colores, se pasa a la mesa donde están al menos ocho personas que comienzan a dar forma a los dulces.
El cuidado de cada pieza es único. Los trabajadores son de todas las edades, por lo que es posible ver a los más jóvenes aprender de los mayores.
Al ser una de las dulcerías con mayor concurrencia, Garnica cuenta que llegan a trabajar con más de 150 quintales de azúcar.
“Me queda una sensación de satisfacción de poder dar calidad al cliente, darles a degustar el dulce que realizamos, nosotros hacemos para que sea comestible, no solamente por la temática”, añadió.
Un viejo adagio señala que “en la variedad está el gusto” por lo que estos dulces también se ofrecen en distintos sabores y colores.
En Quillacollo
Irma Peredo Borda es una de las comerciantes que se dedica a la elaboración de dulces durante todo el año, pero realiza un trabajo especial para la fiesta de Todos Santos.
Contó que almenos cuatro generaciones de su familia aprendieron sobre este trabajo y actualmente son sus hijos los que encabezan la elaboración de los dulces.
Entre las figuras que destacan en su tienda están los angelitos con guirnaldas, jarras, candeleros, flores y canastas de todo tamaño.
El armado de las canastas requiere de calor adicional para unir las piezas, por lo que se puede ver un brasero donde el carbón ardiente ayuda a manipular las partes de cada objeto y darle finalmente la forma final.
César Vera, uno de los hijos de Irma, contó que “antes veía la actividad como un negocio, pero se percató que también es una tradición.
Vera detalló que los pedidos varían, pero recordó que una familia pidió que “hagamos un hombre con chicas porque el señor era mujeriego”, una creación curiosa.
Asimismo, señaló que mantienen la elaboración artesanal, pese a contar con una amplia oferta de maquinaria industrial que les permitiría elaborar cantidades más grandes.
El costo de los dulces varía de acuerdo a la cantidad y a las figuras.