Hace prácticamente 100 años, el 19 de enero de 1925, durante el gobierno de Bautista Saavedra, se promulgó la Ley de Imprenta. Desde entonces, con la excepción de los períodos durante los que nuestro país fue sometido a las dictaduras militares, sus 71 artículos han sido la principal salvaguardia de la libertad de expresión e información.
Las giras internacionales, las declaraciones y las noticias que publica la ministra de Relaciones Exteriores del (No) Estado Plurinacional, Celinda Sosa Lunda, confirman el grave extravío de la política externa del país. Extravío que expone a Bolivia a ser manejada por potencias extranjeras como sucedía durante las peores dictaduras.
La ignorancia es peligrosa.
Las giras internacionales, las declaraciones y las noticias que publica la ministra de Relaciones Exteriores del (No) Estado Plurinacional, Celinda Sosa Lunda, confirman el grave extravío de la política externa del país. Extravío que expone a Bolivia a ser manejada por potencias extranjeras como sucedía durante las peores dictaduras.
La ignorancia es peligrosa.
En toda circunstancia, los jefes de Estado o de Gobierno no pueden ni deben inmiscuirse en asuntos de política interna de otros países. No solamente porque es impropio de la alta dignidad que ostentan sino porque cada país en el marco de su soberanía debe ser respetado, independiente de su tamaño, fortaleza de su economía o número de habitantes. Si los Estados son soberanos e iguales el respeto a su soberanía no debería estar en entredicho.
En toda circunstancia, los jefes de Estado o de Gobierno no pueden ni deben inmiscuirse en asuntos de política interna de otros países. No solamente porque es impropio de la alta dignidad que ostentan sino porque cada país en el marco de su soberanía debe ser respetado, independiente de su tamaño, fortaleza de su economía o número de habitantes. Si los Estados son soberanos e iguales el respeto a su soberanía no debería estar en entredicho.
RONNIE PIÉROLA GÓMEZ
Aquel retumbe de estruendo, similar, aunque no igual, al bombo de cualquier fiesta patronal, no era otra cosa más que su propio corazón palpitando a lo loco.
Le vibraba el pecho incesante al ritmo frenético impuesto por aquel duelo de gigantes, sudaba a la par de quienes, más abajo, corrían tras una pelota que les permitía ganar millones.
Aquel retumbe de estruendo, similar, aunque no igual, al bombo de cualquier fiesta patronal, no era otra cosa más que su propio corazón palpitando a lo loco.
Le vibraba el pecho incesante al ritmo frenético impuesto por aquel duelo de gigantes, sudaba a la par de quienes, más abajo, corrían tras una pelota que les permitía ganar millones.
En toda circunstancia, los jefes de Estado o de Gobierno no pueden ni deben inmiscuirse en asuntos de política interna de otros países. No solamente porque es impropio de la alta dignidad que ostentan sino porque cada país en el marco de su soberanía debe ser respetado, independiente de su tamaño, fortaleza de su economía o número de habitantes. Si los Estados son soberanos e iguales el respeto a su soberanía no debería estar en entredicho.
En toda circunstancia, los jefes de Estado o de Gobierno no pueden ni deben inmiscuirse en asuntos de política interna de otros países. No solamente porque es impropio de la alta dignidad que ostentan sino porque cada país en el marco de su soberanía debe ser respetado, independiente de su tamaño, fortaleza de su economía o número de habitantes. Si los Estados son soberanos e iguales el respeto a su soberanía no debería estar en entredicho.