Una tarde pacífica cuando el sol pintaba el salar de Uyuni con tonos naranjas y rosas era una señal de que el sol ya se preparaba para entrarse al horizonte y dar paso a la noche.
Y en el pueblo de Colchani, se encontraba pasteando, un ganado de llamitas, una niña de 12 años llamada Rosa, era amable y bondadosa, cariñosa y amante de la naturaleza y los animales. Rosa siempre estaba vestida con una blusita y una pollera tejida de lana de oveja con figuras de flores; al igual, que una mantita tejida, pero con lana de alpaca.
Rosa era huérfana: su madre y padre habían fallecido en un accidente viajando a La Paz, cuando ella tenía solo cinco años, pero fue criada por su tía Marta.
Marta era la tía de Rosa por parte de su mamá, ya que Marta era la hermana mayor de la madre de Rosa. Vestía de pollera que le llegaba hasta las rodillas tejida de lana, y siempre tenía su manta colgada en sus hombros encima de su chompa. Marta era una mujer de aproximadamente cuarenta años y criaba llamas para luego venderlas y el dinero que obtenía alcanzaba para el sustento de las dos.
Esa tarde Rosa estaba sentada en una piedra contemplando el hermoso atardecer y el paisaje que mostraba el salar de Uyuni pintado por los últimos rayos del sol, cantando T’una papita.
— Tuna papita en tu corazón… en tus pensamientos… quiero ser aquel que en ti despierte… nuevos sentimientos.
Ella dejó de cantar cuando notó a una llamita que no pertenecía a su ganado, que se encontraba a lo lejos luchando por soltar su pata que había quedado atrapada en una bolsa plástica. Así Rosa se incorporó de la piedra donde estaba sentada y se acercó al lugar donde estaba la Llamita y al estar cerca notó que la llamita era diferente a las demás llamas, esta llamita era blanca como la nieve.
— ¡OH! Pobre y hermosa llamita… tú y ningún animalito merece sufrir por causa del hombre y tampoco lo merece la Madre Tierra, por culpa de nosotros tantos animales como tú están atrapados en estas redes de basura y luchando por sobrevivir a este entorno contaminado que nos destruye a todos. Diciendo eso Rosa desató la bolsa que estaba en la pata de la llamita.
Rosa después de liberar a la llamita decidió marcharse para volver a su hogar. Juntando a sus llamas que había llevado a pastear, comenzó a caminar, pero antes se dio vuelta para ver a la llamita que había ayudado, pero ya no estaba.
— Pero… ¿cómo se fue esa llamita tan rápido ¿… bueno tal vez se la llevó su dueño. Dijo preguntándose.
Sin querer cuestionarse más, decidió seguir su camino para volver a su hogar …
Tiempo después, estando a pocos pasos de llegar a su hogar notó a su tía Marta esperándola afuera sentada en una silla. Rosa corrió hacia su tía para abrazarla.
Rosa:
— ¡Tía!! ….
Marta: Rosita... ya estás de vuelta, ya me estaba preocupando por ti, creí que te había pasado algo… ¿por qué llegas tarde?
Rosa:
— Tía cuando estaba pasteando, antes de venirme, noté a una llamita blanca que tenía una pata atorada en una bolsa plástica y la ayudé.
Marta: —Tú siempre ayudando, verdad, mi niña, eres bondadosa y amable como lo era tú madre.
Rosa:
— ¡¿En serio!?
Marta:
—Sí, mi pequeña sobrina…Y dime … ¿de verdad era blanca como la nieve esa llama?
Rosa:
—Sí, tía, era muy bonita, pero … desapareció rápido
Marta:
—Bueno, Rosita, mejor entremos a la casa que ya está la cena servida.
Rosa antes de entrar metió a las llamas a su corral y después ambas entraron a la casa y se sentaron a comer, después de que terminaron la cena lavaron sus platos y se fueron a descansar.
Esa noche Rosa no podía dormir y se puso a pensar en las historias que su madre le contaba cuando era pequeña antes de dormir. Al recordar todo, ella se quedó dormida y soñó con esos momentos.
— Mami, cuéntame la historia de nuevo, por favor.
— Está bien mi wawita… “Hace mucho tiempo atrás cuando la tierra aún era joven, en el mundo Hanan Pach, lugar donde habitaban los dioses con poderes diferentes y habilidades especiales y lugar donde reinaba una de las deidades que destacaba más… llamada Madre Tierra; con su piel morena, ojos celestes como el cielo, con una hermosa cabellera formada por aguas y con un vestido verde conformada por la vegetación. La Madre Tierra siempre andaba acompañada del jaguar, la llama, el cóndor … estos animales eran tanto guías como también guardianes. Porque el jaguar era fuerte y representaba la grandeza, este cuidaba del reino de la Madre Tierra haciendo Guardia para que ningún intruso entre a dañar su territorio; la llama era su fiel compañero y era quien cargaba las cosas que le obsequiaban a la Madre Tierra; El cóndor símbolo de libertad ayudaba a la Madre Tierra a mirar el Akai Pacha que es donde habitamos nosotros. Y…”
Rosa se despertó repentinamente al escuchar el canto del gallo, se asomó por la ventana y vio como el alba ya empezaba a presentarse. Se preparó para continuar con su rutina de siempre, se levantó perezosamente de la cama y tendió sus frazadas, se lavó la cara y se peinó sus típicas trenzas, después saliendo de su cuarto fue a ver a su tía Marta quien preparaba el desayuno.
Rosa:
—Buenos días, tía
Marta:
—Buenos días, Rosita, ven wawitay, vamos a desayunar
Ambas se sentaron en su mesa para desayunar. Luego de terminar su desayuno, Rosa fue a pastear para alimentar a su ganado de llamas a su lugar favorito que era en un rincón del salar de Uyuni y que no quedaba muy lejos de su casa y que a sus llamitas les gustaba caminar por ahí.
Agua cristalina y salada en el salar, brisa fresca y fría que hacía estremecer a quien caminaba sin un abrigo, hierbas por aquí y cactus por allá..., sin duda un paisaje sin igual.
Rosa:
—Sin duda la Madre Tierra nos brinda un paisaje hermoso, pero tan ingratos somos nosotros que lo destruimos contaminando.
Las llamas pastando, el día avanzando y a lo lejos un cóndor volando.
Rosa vio con asombro al cóndor de los Andes volando por los aires con las corrientes en el viento por ese lugar. Pero… ¿qué hacía un cóndor volando por ahí, ¿si ellos solo vuelan por las llanuras? Rosa cuestionándose recordó que, en el cuento que su madre le contaba, mencionaba al cóndor que ayudaba a la Madre Tierra a vigilar lugares del Akai Pacha.
Rosa:
—¿Será que ese cóndor es el guardián y guía que ayuda a la Madre Tierra a vigilarnos?
Cuando volvió a mirar el cielo, el cóndor había desaparecido.
Al terminar el día y llegar a su hogar, dejó a sus llamitas a su corral y entró a su casa, saludó a su tía, cenó con ella y le contó que vio a un cóndor.
Esa noche tranquila, Rosa se fue a su habitación a descansar, pero no pudo conciliar el sueño y se fue en dirección a su ventana y se paró a contemplar la noche estrellada, ella se sintió decepcionada al no poder ver las estrellas por que la contaminación existente era como un manto tapando el brillo que ellas daban. De pronto una pequeña luz flotante llamó su atención…
Rosa:
— ¡Increíble! Una luciérnaga, que bonita…
Rosa tomó a la pequeña luciérnaga en sus manos y la metió a su habitación, cerró su ventana y dejó que la pequeña luciérnaga vuele alumbrando con pequeños destellos en cada rincón de su habitación, y con cada destello imaginó que eran las estrellas que no podía contemplar en el cielo.
Ya era casi la medianoche y Rosa se metió a su cama y dejó que la luciérnaga se quede en su habitación y antes de dormir miró a la luciérnaga posada en una esquina de la pared.
Rosa:
—Quisiera poder ver a la Madre Tierra y así pedirle que me dé el poder de ayudarla a poder tener la tierra libre de contaminación y volver a despejar el cielo para que en las noches brillen las estrellas
Dicho eso Rosa se durmió..., y la pequeña luciérnaga que estaba posando en una esquina de la habitación comenzó a volar alrededor de ella formando un brillo más fuerte.
Brisas suaves y frescas, canto de algunos pájaros y unas voces despertaron a Rosa que estaba acostada en el suelo de un campo verde y abriendo los ojos, notó a un Cóndor y a una llama mirándola …
El fragmento es parte del artículo que obtuvo el tercer lugar en el taller “Formando Escritores”, organizado por la Cámara Departamental del Libro de Cochabamba, la Dirección Departamental de Educación y el periódico Los Tiempos.
Estuvo dirigido a los estudiantes del sexto de secundaria.