Claudia Marcucetti, escritora italiana que reside en México, llegó a Bolivia para presentar su obra más reciente titulada Fuego que no muere, que explora la vida de la fotógrafa Tina Modotti y los movimientos sociales del siglo XX en México. Agradecida con la Fundación Patiño, llegó a agotar ejemplares en la Feria Internacional del Libro de La Paz y en Cochabamba.
Marcucetti se ha sentido fascinada por Bolivia, destacando el contraste entre los cholets y chalets de La Paz y la singularidad del teleférico. Su interés por la literatura local se ha visto enriquecido por descubrimientos como la escritora Giovanna Rivero, Edmundo Paz Soldán y Liliana Colanzi.
Durante su estancia, Marcucetti ha visitado lugares icónicos como el Salar de Uyuni y la Chiquitania, además de otros detinos turísticos urbanos. La escritora conversó con Los Tiempos.
- ¿Cómo ha sido la experiencia de llegar a Bolivia?
Aterrizar en La Paz es como encontrarse en medio de un cuento surrealista, mágico y maravillado. Eso sin contar la falta de aire –vivo en la Ciudad de México, es decir a 2,400 mts de altitud– que sobreviví con abundante mate de coca y unas píldoras que me negaba a tomar, hasta que por poco y caígo azotada. Las rebauticé cempasúchitl, porque reviven a los muertos.
Me siento muy agradecida con la Fundación Patiño, no solo por haberme invitado –junto con la escritora mexicana Susana Corcuera y su espléndida novela Luciérnagas, una saga familiar que se debate entre Toulouse y Yucatán– sino por hacer posibles muchas actividades en beneficio de la gente. Agradecida también con todos los amigos bolivianos –viejos y nuevos– que con su interés y cariño me han hecho sentir en casa.
- ¿Qué impresiones ha tenido del país y de la gente desde su llegada?
Me impresionó mucho una frase de la escritora boliviana Giovanna Rivero, mi gran descubrimiento literario de este viaje. En su más reciente recopilación de cuentos, Tierra fresca de su tumba, (que reseñaré la próxima semana en mi espacio literario en el noticiero de ADN40) escribe que “ser boliviano es una enfermedad mental”. Sigo pensando a qué se refiere. Por mi parte me parece que si México son muchos países, Bolivia es uno partido en dos. Giovanna también habla de “una villa ubicada en los extremos de la vida” que me recordó La Paz vertiginosa, siempre al borde del precipicio y con la fobia del cerco.
Al desplazarme por el teleférico paceño, uno de los trasportes más suigeneris que he usado, no dejaba de preguntarme cómo los autores locales había descrito lo que estaba viendo. Me dijeron, en esas interesantes conversaciones que sostiene uno suspendido en el aire, que hay que leer a Jaime Saenz. Ya lo haré, mientras aquí lo primero que escribí en mis redes: “Paisajes lunares, los cholets triunfando sobre los chalets, perros viendo a los extraterrestres desde las azoteas, calles inexistentes y hundimientos y tragedias remediados con ofrendas. Esto es verdad un viaje maravillado”
- ¿Cómo ha sido la acogida de su libro Fuego que no muere por parte del público boliviano?
Se acabaron los ejemplares disponibles desde la FIL La Paz y lamentablemente no pudimos traer más: parece que en Bolivia es difícil importar libros en modalidad rápida, incluso para una editorial como Planeta. Como sea, habrá que esperar la opinión de quienes se lo llevaron e informarles a los demás que está disponible en digital y en audiolibro. Mi única lectora al momento es una cochabambina que pertenece a un club de lectura en Alemania. Ella asisitió a la presentación de Cochabamba así que tuve al fin la oportunidad de conocerla personalmente. En su club virtual tuvimos una charla inspiradora, creo que para todas las partes, así que espero más bolivianos disfruten ese Fuego que no muere, como describió Pablo Neruda a mi protagonista, Tina Modotti, en el último verso de la poesia que le dedicó.
- Además de la presentación de su libro en la FIL de La Paz y en Cochabamba, ¿qué otras actividades ha realizado desde que llegó?
A nivel literario presentaremos Luciérnagas en el espacio de la Fundación Patiño en Santa Cruz este 12 de agosto y Fuego que no muere el día 13 a la misma hora. ¡Están todos invitados!
A nivel turistíco he paseado por una buena parte de Bolivia: desde el impresionante salar de Uyuni, un sitio con una fuerza irredenta, hasta la Chiquitania. Una inmersión literaria y cultural que espero describir pronto en mis “Apuntes de viaje”, las crónicas que acostumbro hacer de mis andanzas viajeras.
- ¿De qué trata su libro?
Fuego que no muere cuenta la historia de la fotógrafa italiana Tina Modotti a partir de su muerte, que es donde termina la novela de Elena Poniatowska “Tiníssima”. Una muerte sospechosa y de la que fue acusado Vittorio Vidali, su última pareja, un revolucionario profesional que me dio la oportunidad de contar la historia del comunismo hasta 1983, año de la muerte de este hombre, que fue stalinista hasta 1956, peleó como el Comandante Carlos en la guerra civil española y fue acusado de estar detrás de la ejecución del anárquico Carlo Tresca, del lider del PUOM Andreu Nin, de Leon Trostki, de Aldo Moro y de haber atentado contra la vida del mariscal Tito. Un personaje de película.
- ¿Ha encontrado alguna conexión entre su obra y la cultura o la literatura boliviana?
He encontrado mucha buena literatura boliviana y creo que el arte y la cultura no tienen género ni fronteras ni límites.
- ¿Ha tenido la oportunidad de interactuar con escritores o lectores bolivianos?
Me hubiera gustado asistir al lanzamiento de “Área protegida” de Edmundo Paz Soldán, a quien conocí y entrevisté en México al igual que a Liliana
Colanzi, pero las dos presentaciones de Edmundo (en La Paz y en Cochabamba) coincidieron exactamente con las mías. Una verdadera lástima, aunque me encantó saludarlo y como sea acabo de leer “Los días de la peste” que reseñé con gusto y admiración.
También descubrí voces desconocidas para mí. Leí en voz alta, con todo y sonorización –en un evento derivado de “El Palacio Suena” a cargo del equipo de Ignacio de Lascurain y Alba Balderrama de la Fundación Patiño– junto a Maximiliano Barrientos, cuyas letras me han intrigado y leeré próximamente. Ayer terminé de leer a Giovanna Rivero que, como bien la califica la FIL Guadalajara, me pareció uno de los secretos mejores guardados de Latinomérica. Así mismo escuché a Juan Pablo Piñeiro y tanto me encantó su humor que, gracias a la invitación de la titular de la Librería Lectura (Carla María Berdegue), asistí a la presentación de la primera novela de su madre y pude conocer a una familia muy talentosa…
Interesantísimo también el libro “Marxismos bolivianos” del periodista Fernando Molina, que vengo cargando en la maleta con la intención de entrarle apenas posible. Me hubiera encantado coincidir con Matilde Casazola, pero no se me hizo.
- ¿Qué espera llevarse de su experiencia en Bolivia, tanto a nivel personal como profesional?
Me llevo desde ya la intensidad y el temple de su gente. Y la esperanza de volver pronto…