¡Qué casualidad! El 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente y el 6 de junio en Bolivia se celebra el Día del Maestro. Es una oportunidad perfecta para reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y cómo contribuir a su conservación. Sobre esto se escribe mucho, el papel aguanta todo pero más allá de eso, ¿Cuál es el rol de la educación sobre el tema?, ¿Qué más pueden hacer los educadores para instruir además de transmitir lo escrito?
Como educadora, me planteé esta pregunta hace más de 15 años; en ese entonces, trabajaba con programas sociales en países de América Latina y dependiente del gobierno finlandés. En algún momento mi función era concientizar sobre la educación para el desarrollo y la cooperación y no había nada mejor que empezar por el principio; por tal razón, quise entender primero el concepto. Aprendí que la educación para el desarrollo y la cooperación es “un proceso educativo formal, no formal o informal pero constante, encaminado a promover una ciudadanía global, a través de conocimientos, actitudes y valores capaces de generar una cultura de la solidaridad comprometida en la lucha contra la pobreza y la exclusión, así como con la promoción del desarrollo humano y sostenible”.
Al entender que era un proceso educativo formal, no formal o informal pero constante, vislumbré que no se debía parar y tampoco dejar de aprovechar todos los espacios posibles; por ello, se hablaba de “educación formal” (colegios o universidades, donde se empieza algo y se termina en un periodo de tiempo); “educación no formal”, sin currículo, horarios establecidos, lugares fijos y sin certificaciones (parques, esquinas, etc.) y “educación informal” (medios de comunicación); entonces, pensé: es un “temón” para ser explotado pues su fin era sensibilizar, formar, concientizar y también comprometer al ciudadano de a pie con la causa, comprometer a todas las personas sin importar la edad, condición o rol. Entonces, me brillaron los ojos cuando noté el énfasis en el compromiso individual por la transformación social a través de la participación individual. ¡Qué lindo! Ese hermoso concepto, puede ser fácilmente aplicado a la conservación del medio ambiente y a nuestra relación sana con el.
Por tanto, ahora resalto la importancia de la acción individual y del valor del compromiso que nosotros estemos dispuestos a asumir. Debemos tener una participación activa y no pasiva en estos procesos más allá de lo que los Estados estén dispuestos a hacer; desde ya en países muy desarrollados y con políticas de acción medioambientales, tienen resultados envidiables no por lo escrito; sino por las acciones de cada uno de sus ciudadanos. El compromiso y conciencia que cada uno de ellos asume, hace que sus países sean lo que son. Hagamos el ejercicio de pensar cuán difícil sería para un Estado satisfacer las necesidades de los ancianos o las personas con discapacidad sin la participación de sus propios parientes. De igual forma, cualquier política sobre medio ambiente es incapaz de satisfacer las necesidades de la tierra sin la conciencia de quienes la habitamos.
No importa si educamos por un medio formal, no formal o informal, lo importante es hacerlo, aprovechar todos los espacios posibles educando a las personas para obtener en ellos más corazones rojos y conciencias verdes. Colores que simbolizan la vida, la sensibilidad, la naturaleza y la esperanza.
Pd. ¿Qué compromiso estás dispuesto a asumir tú diariamente y además, enseñarla?