Que un alcalde masista sea corrupto no es novedad, pero sí lo es que sea acusado y —esto es increíble— que vaya preso, lo que se explica porque se ha declarado evista.
Se lo acusa de haber comprado maquinaria no original y ensamblada en Bolivia, además con sobreprecio, algo que no figura como pecado en el diccionario de los masistas.
Hediberto Cuellar, alcalde de El Torno, ahora con detención preventiva, quiso refugiarse bajo el alero del cocalero Morales, que lo despreció porque tiene asuntos más importantes que atender, como asegurar su candidatura y garantizar el fraude.
La lealtad de Hediberto con Morales se remonta a días en que los cocaleros de Chapare decidieron hacer una operación económica inverosímil, otro enigma del narcotráfico. Querían llevar ripio de Chapare a Santa Cruz, unos 340 kilómetros, para competir con el que se extrae de las orillas del Piraí. ¡Y querían venderlo más barato!
Para cumplir el operativo que, por supuesto, consistía en usar la arena como camuflaje para transportar pasta base, los cocaleros buscaron aliados. Necesitaban penetrar en el sector del transporte porque los camioneros cruceños rechazaban a los camiones volqueta provenientes de Chapare, ya que les quitaban trabajo.
Cuando tienes muchos narcodólares, conquistar voluntades no es difícil. Hicieron alianza con Fedectrans, de camioneros masistas, con lo que bloquearon el ingreso a la ciudad el ripio que no sea de Chapare.
Había que frenar de raíz la actividad arenera en el Piraí, en sus orígenes, y para ello los cocaleros entraron en contacto con alcaldes de poblaciones ribereñas.
Hediberto se prestó a la operación y expulsó a empresas que extraían áridos en su municipio. Se esmeró tanto que persiguió y torturó a un empresario arenero, y ordenó a jueces masistas que metan a la cárcel a la esposa y las hijas del empresario, además de confiscar todos sus bienes.
Otros alcaldes estaban haciendo lo mismo, ganando indulgencias del cocalero Morales y muchos narcodólares.
Ahora, el ripio de Chapare tiene el monopolio en Santa Cruz, no precisamente por su calidad, sino porque resulta gratis: los proveedores nunca cobran. Al fin y al cabo, el ripio es sólo una cortina para cubrir, en los camiones, los ladrillos de pasta, y luego lavar sus ingresos por la droga. Podían regalar el ripio. Y lo hacen.
Hediberto le tomó cariño a la actividad ilegal y así dio la bienvenida al uruguayo Sebastián Marset, que compró un club de fútbol en El Torno, en una fiesta con el Alcalde.
En todo esto está metido también Faustino Yucra, el “intercultural” masista que recibió la orden del cocalero Morales, desde México, de impedir el ingreso de alimentos a las ciudades del país.
El mundo del narco es amplio, ajeno y muy arenoso.
El autor es periodista