El asesor en la sombra, convenció al general Zuñiga que debía dar la entrevista y colocar contra la pared a Evo Morales, quien se considera el dueño absoluto del MAS-IPSP.
Vas a recibir un premio por cantarle sus verdades al esperpéntico de Morales, dijo el asesor—y añadió— debes hacerlo en No mentirás, son los únicos que aguzan los sentidos.
Fue así como el general Zuñiga, fagocitado por la ideologitis y el militantismo, dio la entrevista de su vida. La misma que nunca imaginó que encendería la mecha de su muerte. En principio, el Gral. Zuñiga, luego de la entrevista, espero ansioso una felicitación; no obstante, esta nunca llegó. Lo que si llegó fue un preaviso de su destitución.
Son unos malagradecidos, pensó. A este gobierno se le escapa la tortuga. Es momento de poner orden, y acto seguido llamó a sus conciliábulos, y a toda la progresía golpista del ejército, para pedir respaldo. La respuesta fue condicionante: “El respaldo llegará si es que vas a Palacio Quemado y generas una escena lo suficientemente contundente para inspirar nuestra confianza, porque has de saber que te creíamos pongo de Arce”, dijeron en tono despectivo.
¡Acabaré con la diarquía gobernante “Arce-Evo”, éstos son los que están jodiendo al país!
Zúñiga se embarcó en el golpe de Estado, debía dar los aprestos necesarios para que la tripulación lo obedezca, es por esa razón que actuó de inmediato, sin percatarse de la trampa. Con el impulso testicular, llegó a la plaza Murillo, y anunció el golpe, tejiendo una escena digna de 1979, aunque sin una convalidación militar debidamente coordinada. Eso debía ocurrir luego de que encare a Arce; sin embargo, ese era precisamente el anzuelo. A partir de haber cometido un acto público de sedición filmado por todos los ángulos, nadie contestó sus llamadas. Zuñiga, se dio cuenta entonces que todo fue una trampa: el asesor, la entrevista, sus eventuales aliados.
Como está derrotado, elige morir llevándose a quien supone que lo traicionó: “el asesor en la sombra”, pero cómo hacerlo, si es un truhan casi invisible, ya que no aparece en ninguna de las escenas que rápidamente han alcanzado millones de reproducciones. La verdad que se teje ahora parece darle una última salida. El asesor tuvo que haber sido enviado por Arce, o quizá por algún miembro de su séquito de ayayeros. ¿Pero cómo probar su teoría? La verdad ya estaba instalada en la opinión pública, entronizando una conjetura evidente, en razón a los gruesos errores, cometidos por quienes conocían el ardid.
No podía tentarse a tomar otra idea descabellada, ni mucho menos consultarles a sus cofrades que también lo traicionaron. Por eso decidió sumarse a la sentencia emitida en los tribunales atrabiliarios de la opinión pública. “Fue un autogolpe, fue Luis Arce quien me ordenó hacerlo, para subirle la popularidad”. Fue lo mejor que se le ocurrió. Hemingway dijo que un hombre de carácter podrá ser destruido, pero jamás derrotado. El general se permitió dar rienda suelta a la última de sus geniales ideas. “Voy a morir, sí, pero no me iré solo, me llevaré a Arce, y con el a toda su tropa de aves de rapiña”.
Probablemente este relato termine siendo una más de las teorías conspirativas que están circulando, pero al final de cuentas es un buen inicio para desportillar la inquietante irrupción del “autogolpe” y pensar seriamente en lo que dijo Stephen King: “Mentimos mejor cuando nos mentimos a nosotros mismos”.