Los últimos sucesos políticos del país han vuelto demostrar, a la boliviana, la vigencia del gran problema semántico, a decir, los diferentes significados que se le pueden dar a una misma cosa. O los diferentes signos con los que se puede describir un mismo objeto-hecho. La semántica, descrita de la forma más simple como la relación entre el signo y los objetos a los que se refiere o busca representar (significado), puede darnos luces para buscar acuerdos, al menos, en los términos en los que nos vamos a comunicar.
¿Qué sucedió el 26 de junio? En la prensa hay hasta cuatro formas de referirse a ello. Para algunos fue un “intento de golpe de Estado”. Para otros lo que hubo fue un “autogolpe”. Unos señalan que hubo una “toma militar de la plaza Murillo” y estos otros dicen que lo que sucedió fue un “movimiento irregular de tropas”. Hay otras construcciones de palabras, pero estas cuatro son las que generalmente se utilizan para darle nombre a lo sucedido en la penosa tarde del miércoles, cuando se vio a militares ingresar con tanquetas a la plaza Murillo.
Se sabe que el contexto, el espacio socio temporal y espacial donde discurren los sujetos; y la ideología, como sistema básico de cognición y organización de las representaciones sociales y mentales, condicionan la semántica, los significados que las personas le dan a la relación entre el signo y cosa.
Pero basta de teoría que ni el autor está seguro de entender. El problema de fondo cuando se tiene que hablar de estos hechos es político. Es una cuestión de poder. El nombrar este tipo de sucesos no es algo arbitrario, es más bien una imposición discursiva que se asigna según la correlación de fuerzas físicas e intelectuales.
Entonces, cuando se ven titulares en medios de comunicación o contenido en redes sociales con cierto sentido y no con otro, lo que se debe entender es que hay una disputa por el sentido de los hechos. Los medios y las redes son un campo de batalla donde se pelea la forma en la que entendemos las cosas. Son trincheras en las que combaten, muchas veces con violencia, los soldados de la palabra buscando conquistar el sentido histórico de las cosas, algo que trascienda más allá y que quede perenne en el tiempo. Por eso es importante saber cómo y quiénes le ponen nombre a las cosas que suceden.