La carne de pollo llegó a costar 20 bolivianos el kilo en agosto, la mayor subida en los últimos cuatro años. La oferta de la tradicional mantequilla de PIL Andina se redujo al mínimo, también este mes, en supermercados, mercados y tiendas de barrio. Y es que los insumos que se utilizan para producir regularmente carne de pollo y lácteos han experimentado un aumento de precios, básicamente por la falta de dólares, la nueva realidad económica nacional. La percepción de la gente está pasando silenciosamente de la impotencia a la bronca.
Los precios de los otros productos de la canasta básica —carnes, huevos, verduras, granos, cereales, lácteos, tubérculos…— tampoco dejan de subir y los argumentos son variopintos: sequía, falta de diésel, golpe militar fallido, guerra en Europa del Este y desaparición de la divisa estadounidense como consecuencia de un ataque especulativo. Las piruetas presupuestarias para llegar a fin de mes con algo en la olla volvieron a los hogares bolivianos cuatro décadas después. La estabilidad económica dejó ser tal y está enojando a la gente cuando siente los bolsillos vacíos.
La cotización del dólar en el mercado paralelo trepó en julio hasta duplicar el valor oficial definido por el Banco Central de Bolivia. A inicios de este mes se produjo una disminución debida, según el ministro de Economía, a los anuncios de diálogos y referéndum realizados por el presidente Luis Arce desde Sucre, el 6 de agosto. La gente ya no está para anuncios ilusorios o teorías de conspiración. Quiere soluciones ¡ya!
La crisis del diésel lleva un mes con filas de vehículos en los surtidores, mientras el Gobierno sigue ensayando justificaciones —marejadas, bloqueos, especulación, contrabando—. Los conductores cubren sus trayectos sabiendo que deberán esperar incluso días en las estaciones de servicio de cualquier ciudad. Las filas de vehículos no desaparecen. Es una clara señal de que están buscando acopiar carburantes en previsión de que la escasez se profundice y porque la gente ya no cree en los mensajes de normalización de las autoridades del Gobierno.
Como aprendiz de mago, el Gobierno ha sacado varios conejos del sombrero en estos años para distraer al auditorio, procurando la repostulación de Arce. El primero en salir fue uno de color oscuro que representa la negación de la crisis económica. Sacó otro que reconoce la crítica situación económica, pero sin asumir responsabilidades. Salió uno que llevaba un chaleco camuflado que simboliza la asonada militar y el intento de instalar la retórica de un golpe de Estado. Otro con rosón pomposo que representa el hallazgo de un megacampo hidrocarburífero en el norte de La Paz y, finalmente, salió uno llamado referéndum con tres cabezas. ¿Hay más conejos en el sombrero del aprendiz?
Las discusiones con las vendedoras en los mercados por la subida de precios, los enfados con los cajeros en los supermercados, las peleas entre conductores en las filas alrededor de los surtidores, los reclamos de quienes enfrentan las restricciones para enviar o recibir dólares están todavía en el nivel de lo individual, pero de un momento a otro pueden convertirse en una ola de bronca ciudadana si la crisis económica no es resuelta, si no aparecen soluciones concretas, efectivas y creíbles de parte del Gobierno.
Ya hubo procesos de acumulación social en el país que estallaron cuando se pretendieron aplicar medidas antipopulares desde el poder. Ante la falta de liderazgo político en el campo de la oposición, los sectores directamente afectados por la crisis económica de carácter estructural han comenzado a organizarse instintivamente. Empezaron las marchas y la lucha unitaria por la reaparición de los dólares, la normalización en el suministro de los carburantes y la estabilización de precios de los productos de primera necesidad. Una de las primeras acciones será el desarrollo de un cacerolazo en varias partes del país.
El (des)gobierno de Arce sabe que la población descontenta puede volcarse en masa a las calles para exigir soluciones y un cambio de rumbo. Para contrarrestar, organizó una reunión extraordinaria del Gabinete Social que servirá para mostrar que el mandatario cuenta con respaldo social. Por supuesto que nadie, en su sano juicio, desea enfrentamientos entre bolivianos, pero el clima de deterioro, sino de decadencia, amenaza con hundir más al país. La gente está nuevamente cabreada, quiere soluciones a corto plazo y tiene cada vez mayor predisposición a la movilización por un verdadero cambio de rumbo. Es que está en juego el presente y el futuro de las familias bolivianas.