Al comenzar esta columna quiero aclarar que nunca estará demás hablar sobre el amor propio, tema que hoy más que nunca es de vital importancia, para nuestros frágiles jóvenes que escuchan mucho sobre él, pero que no saben en realidad de que se trata.
Aunque hay un par de fechas, comerciales, y toda la publicidad que se hace en torno a ellas nos venden un amor romántico, donde si estás solo estás fuera de juego, la verdad dura es que la versión del amor que debería ocupar nuestra mente, intención y corazón es la del amor hacia uno mismo.
Y la pregunta es: ¿Quién nos enseña a querernos?, en los colegios no existe algo así como: “Como aprender a conocerte, aceptarte y cuidarte antes que todas las cosas”. La autoestima hay que trabajarla, claro.
Segura estoy que se trata de una de las asignaturas más complicadas de nuestra vida y de hecho se debería trabajar desde que venimos a este mundo y abrimos nuestros ojos: el amor es la energía más poderosa y sanadora que existe.
Por eso, si nuestros hijos reciben amor incondicional y, al mismo tiempo, reglas claras con consecuencias conversadas, los adultos del mañana serán responsables de sus vidas y tendrán la capacidad de revertir cualquier situación adversa.
¿Cómo podemos saber si nos queremos a nosotros mismos si creemos que no?
Hay una serie de indicadores que nos facilitan el camino, pero estoy segura de que no les estoy diciendo nada nuevo: quererse a uno mismo cuesta (demasiado).
Si nos conociéramos, tendríamos la oportunidad de prevenir dramas innecesarios y de recurrir al papel de víctima al que nos gusta ir porque es cómodo echarnos a llorar antes que ponernos a pensar en nuestra responsabilidad sobre nuestros actos.
Somos los únicos responsables de nuestras propias vidas. No podemos esperar gustarles a todos; no somos responsables de lo que los demás puedan pensar de nosotros porque no tenemos control sobre sus pensamientos ni decisiones y tampoco podemos cambiar al otro, solo a nosotros mismos.
Por eso, pienso que es un camino complicado: no siempre nos gusta admitir nuestros errores y menos aprender de ellos, que vienen como pequeñas lecciones de vida.
Quererse es hacerse responsable de uno mismo.
Quererse es saber dónde estoy cómodo conmigo mismo y dónde no.
Quererse es ponerse límites sanos y no es sano aferrarse a relaciones donde solo somos felices momentáneamente y el resto del tiempo sufrimos o la pasamos mal. Me refiero a todo tipo de relaciones -no solo las amorosas-profesionales, sino las familiares cuentan también-.
Quererse es cuidarse no solo físicamente -que es donde la mayoría de la preocupación está enfocada-, sino también por dentro.
¿Cómo se hace eso? Haciéndote cargo de ti con pequeños rituales de amor: nútrete bien, date descanso suficiente, rodéate de los que te hacen sentir bien, sigue a quienes admiras y te inspiran -no a los que te hagan compararte-, repítelo todos los días lo valioso que eres y lo más importante, comienza a creerlo.
No es sencillo, pero ya es tiempo de practicarlo, para que dejes de pensar que el amor solo significa estar con alguien, recuerda que el amor más importante es el que sientes y te das a ti. Recuerda siempre que tu mayor responsabilidad es amarte a ti mismo.