María Luisa de la Flor es una de las radialistas pioneras en Cochabamba. Ostenta una carrera de más 57 años en Radio Centro y es, sin duda, una de las voces más reconocidas en la ciudad. Con mucha amabilidad, pero sobre todo con entusiasmo conversó con OH! sobre su inicio en la radio, pero también sobre los retos que se dan ahora que las nuevas tecnologías copan los medios de comunicación.
- ¿Qué actitudes usted identifica en su infancia que le sirvieron para dedicarse a la comunicación?
- Yo creo que especialmente la música, siempre he sido pegadisima a la música. Me encanta la música y es algo que también proyectó mi padre en mí. Él era muy escucha de la música clásica, por entonces, la música española, que ha estado de moda en los años 50. Pero la música es lo que más me hace vivir, es la alegría de mi vida. Y para comunicarse yo creo que necesitamos aprender y saber si lo que estamos haciendo nos gusta.
- ¿Quién propició su llegada a Radio Centro?
- Fue mi exesposo, José Portugal, me dijo ‘a ver, pruébate, grabemos. Tienes una voz que no tiene gallitos’. La primera vez que me escuché, me sentí mal, parecía un gato maullando porque era una voz muy delgadita, casi infantil para entonces. No cabía porque para entonces estaban unas locutoras fabulosas, de voz super impostada. Pero igual, el señor José Oropesa, de alguna manera, nos encontró alguna vez grabando y me hizo llamar con uno de los operadores y directamente me metieron a la cabina. El primer día que entré, había llovido, yo estaba mojadisima, quise acomodar el micrófono y me pateó, casi me muero del susto, no quería volver más.
El inicio fue electrizante, pero luego pasó el tiempo y créeme que fue una cosa muy mágica. Me comenzó a gustar, obviamente era jovencita, no tenía niños. Me gustó mucho, me gustó el qué hacer, el estar ahí, no tener control de la hora también. Me encantó, es algo que me gustó de principio. Posteriormente, lo que también me ayudó mucho fue el teatro porque comenzamos a hacer teatro, comedia.
- ¿Usted llega a Radio Centro en sus primeros dos años de creación?
- Llegué con el que era mi esposo, cuando Radio Centro tenía un año y desde entonces me quedé hasta ahora, en que somos los más viejos, obviamente con el dueño, Antonio Torrico Navia, con el cual nos llevamos súper bien. ¿Te imaginas cómo nos llevamos que estamos más de 50 años? A veces pensaba, y decía ‘yo gano, pero no me canso’. Lo que me cansaba era estar en casa, los chicos y todo el ajetreo de casa, pero en la radio me sentía realizada. Era como jugar, como un pasatiempo, una cosa muy bonita. Obviamente, tenemos amigos o compañeros de trabajo que pueden ser un poquito trancas y a veces nos hacen la vida imposible. Lamentablemente, yo estuve en una época, no muy lejana, en que ya tenía un campo hecho en cuanto a jingles grabados, que me llamaban de una o de otra empresa. Pero no faltaba alguna otra locutora, que un poquito metía el piecito para ponerme zancadilla. Y eso ocurre, pero me mantuve fuerte.
- ¿Cuál cree usted que sería la esencia como radialista que le ha caracterizado en todos estos años?
- Aprendí a hablarle al oyente, aprendí a amar al oyente. Cuando era locutora y no sé si era una tarde o noche, hablé con un señor que me llamó, tenía una voz muy agradable y me pidió un tema musical. Me dice ‘¿sabe qué, señora? Yo vivo solo. La única compañía que tengo es usted’. Ahí me di cuenta que yo no le hablaba al micrófono, yo le hablaba a un montón de personas, no te puedo decir todo Cochabamba, pero tenía oyentes que me seguían fielmente. Ahí me di cuenta de lo humano que uno tiene que ser, empatizar con el oyente y ahí también comencé a sufrir porque las penas ajenas las hacía mías.
- Con su experiencia en la televisión, ¿ha sentido alguna diferencia o ha seguido sintiendo quizá esa pasión que siente con la radio?
- Nunca he sido muy afecta a pintarme, a maquillarme y para la televisión tú tienes que estar muy bien, además con ropa cambiada todos los días, muy peinada, pero me gustó, trabajé con grandes locutores. Algunos ya han fallecido. Trabajé con José Nogales Nogales, un buen periodista; con Javier Reque, que era un truhán, pero era un muy buen compañero. En fin, trabajé con personajes de la televisión, pero ya te digo, la televisión en sí es bonito, es también una forma de comunicarse. Había algo que alguna vez no le gustó al doctor Nogales porque me negué a leer una noticia, no recuerdo bien de qué se trataba, si se hablaba de un compañero de trabajo, pero me negué a leer la noticia. Le dije ‘esto no va con mis principios, perdóname, yo no leo eso’ y él se enojó.
Creo que trabajé cinco o seis años en Canal 2. Fue la mejor época de Canal 2, de verdad que sí. No sé si se elevó el ranking por las telenovelas, buen informativo que estaba José Nogales, pero sí, tuvo un buen sitio. La verdad es que soy radialista, pero yo no escucho radio. Yo ahora me dedico todito el día prácticamente a ver YouTube para buscar temas musicales y encontrar los temas de antes. Bueno, hago toda una selección de lo que voy a hacer. No me gusta tocar lo mismo todos los sábados y para ello tengo que enterarme qué pasó, recordar qué grupos, en fin.
- ¿Actualmente cómo ha logrado adaptarse a estas nuevas tecnologías? ¿Le ayudan también para seguir con su programa?
- Mira, a eso uno tiene que llegar, sí o sí. Y tienes que aprender, te cueste o no. Para ello, tengo unos buenos nietos, especialmente uno que me muestra cómo se hace. Lo que no me gusta de este último tiempo que se practica, es que los niños no saben jugar en el patio como jugaban mis nietos. Ahora los niños están muy pegados al aparatito, yo digo que así van a haber un montón de jorobados que están pendientes de su celular. Me encanta, por un lado, porque mi bisnieto me ha enseñado muchas cosas.
- Usted como mujer, en más de 50 años de trabajo, ¿cuáles cree que fueron las limitaciones que ha tenido en su carrera?
- La principal, ser mujer porque cuando comencé a grabar jingles, los hombres eran lo primero porque tenían mejor voz. Hay un montón de locutores que sí eran muy buenos para los jingles, entre ellos estaba Patato Méndez, muy linda voz, pero las mujeres estábamos siempre un poquito relegadas y creo que todavía lo estamos, pero aún así salimos aguerridas a luchar por la vida. No soy feminista porque estas dos cosas, feminismo y machismo, han hecho de la sociedad una zoncera. Nos hemos equivocado, unos tiran para su lado, los otros tiran para el otro. Y si hay hijos, los hijos quedan en medio, sin saber qué ejemplo tomar.
- ¿Cuáles serían las observaciones que usted haría al medio de comunicación en general en Cochabamba y probablemente también a los colegas?
- Que no piensen que solamente es la popularidad al verte, en el caso de televisión, verte linda, verte delgadita, bien vestida. No, no es eso. Nos hemos acostumbrado, y toda la sociedad, no solamente boliviana, en general, a que lo primero que nos importa es lo físico, lo que se ve y nos hemos olvidado todo lo que hay dentro. Y en realidad todo lo que tienes que compartir siendo comunicador es lo que está adentro. Es como dicen, tienes que brillar desde adentro, comunicar y dar desde adentro. Tienes que ser natural, veo mucha superficialidad, le dan mucha importancia a la ropa, a la piel, a la moda y la televisión no es eso. Nos estamos enfocando solamente en lo pasajero, en lo trivial, y no estamos profundizando por lo que hemos estudiado.
- ¿Cuál es su perspectiva sobre la resistencia que está poniendo la radio ante las nuevas tecnologías de comunicación?
- Yo me río, porque la radio va a ser siempre radio. Pueden pasar mil años, la radio va a seguir siendo radio, eso es así. La caserita, la ama de casa, en la oficina, tú no puedes estar pendiente de una pantalla, tú si quieres, puedes acompañarte con música o la tienes grabada en tu pendrive o qué sé yo, o escuchas una emisora. La radio nunca va a morir, nunca. Y eso se lo dije a mi jefe porque hoy se asustaron cuando comenzaron a aparecer canales. La radio es radio y nunca va a pasar, va a vivir siempre junto al oyente. Tenemos que ser bien conscientes además de hacer buena radio, escoger buena música, buena compañía y pensar en el oyente siempre. Pensar en que hay personas solas, personas encarceladas, personas que también están en la calle y que necesitan de la compañía.