Cada persona crece con un tipo de enseñanza, lo que marca cómo nos relacionamos con otras personas, pero sobre todo con la pareja.
El tipo de apego se refleja en cómo expresamos nuestros sentimientos, pero también puede resultar en un detonante cuando existen conflictos.
El tipo de apego es algo personal y es un conjunto de conductas y sentimientos que determinan nuestra manera de actuar, de comunicarnos con el otro y de expresar nuestras emociones. Está constituido, por diversas variables como: los rasgos de la personalidad de cada uno, el entorno, pero, sobre todo, el apego o relación que se estableció a temprana edad con nuestros padres.
De acuerdo a ciertas características de cada apego, muchos psicoanalistas señalan que algunos son más saludables que otros.
Apego ansioso
En la pareja, este apego se va a manifestar en la necesidad constante de recibir muestras de afecto.
Se muestran, tal y como se define este apego, inseguras en las relaciones que establecen. Hay casos en los que incluso ven las relaciones sexuales como una prueba de “propiedad”, más que un acto que se realiza desde un cariño sincero.
Sobrepiensan mucho las cosas y tienen una tendencia paranoica de ver lo que sucede en la relación, es decir, se preocupan por detalles sin importancia e imaginan que hay problemas.
Son personas con un humor muy cambiante. En un momento pueden demostrarte todo su amor y hacerte sentir lo mejor de su vida, igual que, en otro momento, pueden estar completamente distantes y apáticos.
A este estilo de apego también se le conoce como apego ambivalente debido justamente a esta muestra cambiante de emociones, ya que, por un lado, necesitan constantes muestras de amor y, por otro, no terminan de confiar en esas muestras que se le dan, sintiéndose constantemente inseguros por miedo al abandono.
Apego distante o evitativo
Las características generales de este tipo de apego se muestran cuando les resulta difícil comprender los sentimientos o demandas de su pareja, y no es que no tengan sentimientos, sino que prefieren reprimirlos.
Necesitan tener mayor espacio para ellos, tanto a nivel físico como personal, por lo que, si sienten que invades su espacio o les das demasiado cariño, suelen molestarse porque se sienten saturados, invadidos e incomprendidos.
Normalmente escogen la soledad y es por ello que suelen evitar el compromiso, ya que eso supone cierta renuncia a su libertad. Algunos de estos perfiles prefieren relaciones menos serias y más esporádicas.
En el fondo, suelen sentirse poco queridos e infravalorados. Estas características de su manera de ser reflejan ese tipo de apego evitativo que establecieron con sus padres. Probablemente podría tratarse de una persona en cuya familia no se ha hablado mucho de las emociones, no se comunican y resuelven correctamente los problemas o, por ejemplo, se educa en base a tópicos referentes a que la muestra de sentimientos es signo de debilidad.
Además, les cuesta conectar con sus emociones, por lo que no suelen hablar o expresar con facilidad las suyas. De hecho, si se da una situación en la que su compañero le muestra todo lo que siente, suelen sentirse demasiado abrumados y huyen del compromiso.
La frialdad emocional, la distancia y la poca necesidad de establecer un vínculo afectivo con más muestras de cariño pueden llegar a dañar una relación.
Apego seguro
Éste representa el tipo de apego más sano. Son personas que tienen mayores niveles de estabilidad afectiva y transitan con mayor facilidad las emociones.
Suelen presentar niveles más altos de empatía y de escucha, por lo que no suele resultar muy complicado que se establezca una buena comunicación y una sensación de estabilidad junto a esa persona.
Entienden y respetan las diferencias que pueda haber entre ellos y no las ven como una amenaza para la relación o para la propia autoestima.
Suelen ser confiadas, por lo tanto, normalmente no muestran esos celos que denotan un apego inseguro y no tratan de controlar a su pareja.
Apego desorganizado
El resultado de este apego es la combinación entre el apego ansioso y el apego evitativo y se presenta de manera distinta si se trata de un niño o de un adulto.
El niño expresa conductas que resultan contradictorias y fuera de lugar y, normalmente esto se presenta en niños que han vivido situaciones de negligencia, maltrato o abandono por parte de sus progenitores o cuidadores.
En estos casos, los niños sufren mucho y pierden la confianza en el otro, habiendo así situaciones en las que el vínculo no se ha podido formar o, si lo ha hecho, ha sido de una manera muy débil.
En caso de personas adultas, se pueden ver comportamientos impulsivos, reacciones explosivas y una complejidad importante a la hora de tratar de comunicarse con los demás.
Estos perfiles también suelen evitar la intimidad, no expresan sus emociones positivas, pero sí que le dan un mayor peso a las emociones negativas.
Se les ve frustrados, con dificultades de control de ira y, aunque suelen rechazar las relaciones más cercanas, en el fondo anhelan ser queridos y apreciados.
Asimismo, las personas que han presentado este estilo de apego durante la etapa infantil, tienen mayor riesgo de desarrollar conducta antisocial en el futuro.