La región de Santa Rosa de Vagante, en los Yungas, escondía un tesoro natural hasta ahora inexplorado: el cañón del Río Negro. Este paraje natural terminó de ser descubierto y habilitado por el Equipo Español de Barranquismo, que tras varias semanas de trabajo logró descender por sus profundidades y preparar la zona para la visita de aventureros.
UN NUEVO DESTINO
El equipo español, conformado por Javier Gil, Lluis Porslak, Marti Turrion y Aaron Prieto, llegó hace más de tres semanas a Bolivia con el propósito de explorar los cañones de la región, atraídos por la geografía del lugar y la travesía para llegar a la comunidad. Javier Gil, líder del equipo y guía en actividades de barranquismo, explicó que este proyecto era algo que deseaba llevar a cabo desde su primera visita a Bolivia, hace siete años. “Nos gustó mucho el lugar, sobre todo por las condiciones de la naturaleza, el tipo de roca, el agua que fluye y la calidez de la comunidad, que nos trató de manera inmejorable. Eso nos impulsó a regresar para seguir explorando”, señaló Gil.
Comentó que el Equipo Español de Barranquismo se creó hace tres años en la Federación Española de Montaña y es un equipo de jóvenes aventureros. “Durante tres años se han estado entrenando, hemos estado viajando por toda Europa, Alpes, Pirineos, Madeira, Marruecos incluso en África, haciendo barranquismo y entrenando y el proyecto final era venir aquí al Vagante, a Bolivia”, contó.
El cañón del Río Negro, “un barranco perfecto”, se caracteriza por su complejidad y belleza. El equipo español tuvo que abrir caminos a través del denso bosque para llegar a las entradas y salidas del barranco, lo que requirió un arduo trabajo de exploración y logística. “Es un barranco largo, se necesitan varios días para realizarlo completamente. Llevamos ya una semana y media y la mitad del barranco explorado. Hemos instalado todos los anclajes y cuerdas necesarias para garantizar la seguridad”, detalló el guía español.
UNA JOYA NATURAL
Durante la exploración, el equipo se encontró con paisajes impresionantes, cascadas de hasta 50 metros y zonas en las que las paredes del cañón son tan estrechas que la luz del sol apenas penetra, creando un ambiente de semioscuridad que recuerda a las cuevas. Gil asegura que el cañón Río Negro es único en sus características y no se parece a otros cañones del mundo, ni siquiera a los ubicados en Toro Toro, en Potosí, que tienen un entorno mucho más árido y con menor vegetación.
“Ya conocíamos la zona anteriormente, teníamos un poco de idea, pero hasta que no ingresas en el cañón y no lo exploras pues no sabes exactamente lo que hay. Las expectativas no eran muy altas porque por distancia y desnivel pensábamos que iba a ser un terreno más fácil y menos complejos, pero nos sorprendió”, comentó el líder del equipo. Las actividades de exploración se complementan con capacitaciones de iniciación al canyoning, además de la formación en tareas de rescate y seguridad en aguas vivas.
TURISMO COMUNITARIO
El proyecto de exploración del cañón del Río Negro también promueve el turismo comunitario y la protección del medio ambiente. El equipo de guías comunitarios de El Vagante, que lleva más de 13 años trabajando en la zona, trabaja junto a la comunidad en la exploración, y su principal objetivo es proteger el entorno natural. Sabino Mendoza, guía de la comunidad, destacó que la preservación del bosque y las cuencas de agua es primordial para la sostenibilidad de la región. “Todas estas montañas que nos rodean son prácticamente el hábitat de los osos jukumaris. No permitiremos la presencia de actividades que dañen nuestro ecosistema, como la minería, uno de los problemas más complejos”, afirmó.
Con la reciente exploración del cañón del Río Negro, Santa Rosa de Vagante se perfila como un nuevo destino para el turismo de aventura en Bolivia. ¿Cómo llegar? Después de dos horas y media de viaje desde la terminal de Minasa, en La Paz, el transporte llega hasta la plaza principal del municipio de Coroico, capital de la provincia Nor Yungas. Ahí se puede conseguir un guía de cañonismo y vecino de Santa Rosa de Vagante, la última comunidad antes de adentrarse en la selva yungueña, una zona repleta de atractivos naturales, como pozas, vegetación exuberante y cascadas.