El Museo Simón I. Patiño de Oruro es una de las muestras de la opulencia y el poder que llegó a acumular el magnate boliviano, conocido históricamente como a uno de los barones del estaño. La estructura fue construida aproximadamente entre 1899 y 1903, con un estilo neoclásico, y fue la guarida por 16 años del hombre nacido en Santiváñez y su familia.
Allí vivieron Simón I. Patiño, su esposa Albina Rodríguez y sus hijos René, Graziella, Antenor, Elena y Luzmila hasta 1916, aunque otras versiones señalan que residieron hasta 1912. Fue el lugar donde más tiempo pasaron, cuando la célebre mina La Salvadora, en Llallagua, daba sus mejores tributos de estaño. Dejaron la mansión para irse a Europa.
La construcción está plagada de artículos de lujo propios de la época, como muebles franceses tipo Luis XV, XVI y XVII, vajilla alemana y tapicería turca.
Patiño, que llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo y figura fundamental de la historia de Bolivia, construyó varias viviendas en Oruro, Cochabamba, La Paz, así como teatros, oficinas y museos en casi todo el país. Pero una de las más sorprendentes es su casa de Oruro, donde se puede encontrar las habitaciones todavía tal como sus moradores las dejaron.
La casa original fue construida sobre casi un manzano y está ubicada sobre lo que hoy son las calles Soria Galvarro entre Cochabamba y Ayacucho. Luego de residir por varios años, la mansión fue donada por Patiño a la Municipalidad, para finalmente pasar a ser gestionada por la Universidad Técnica de Oruro (UTO) que se encarga actualmente de su administración.
RECORRIDO HISTÓRICO
La visita al Museo es acompañada por un guía experto en historia, que cuenta detalles reveladores de la vida de los Patiño en Oruro. La mansión es apabullante. Tiene más de 30 habitaciones, distribuidas en dos plantas muy altas, todas ellas llenas de muebles, accesorios y detalles que parecen salidos de una película.
El recorrido se inicia con una estatua del “Negrito Salvador”, un niño que fue acogido por los Patiño en Uncía cuando aún no eran ricos y que fue clave para encontrar las primeras minas que los hicieron millonarios. A él se debe “la suerte” de Patiño.
Los salones principales del segundo piso tienen vitrinas francesas talladas a mano con incrustaciones de marfil, además de sillas y pinturas originales.
La mansión tiene tres salones de juego. El salón de fumar tiene mesas de naipes tanto de modelo francés, alemán y una americana, tapizado europeo y pinturas originales. El salón de fiestas y de música es del tamaño de un departamento moderno. Tiene estatuillas de bronce y otras más bañadas en oro. Hay pinturas en cada una de las esquinas que representan la escritura, literatura, música y la poesía. Repartidos estratégicamente, entre las sillas y mesas de diseño exclusivo, están un piano alemán, dos americanos, una vitrola, un piano francés, un impresionante Stradivarius original —único en el mundo— y una impresionante pianola, de las que sólo se fabricaron cuatro en el planeta.
Los pasillo están repletos de pinturas y fotografías originales que no pueden ser registradas por foto debido a derechos de autor. Hay un salón para niños donde hay juegos de bolos, columpios, sube y bajas, roperos, juego de living y muñecas importadas, todos con tallados de lujo y detalles impresionantes. También hay una casa hecha a escala de su palacio de Cochabamba, equipos de esgrima, tocador de música, entre otros.
La cocina principal tiene uno de los primeros refrigeradores que llegaron al país. Hay cuatro cocinas en total: dos industriales alemanas que usaban leña, una que funcionaba a carbón y otro a diésel.
El comedor diario (hay otro para visitas) tiene juego de sillas y mesas polacas, vitrinas francesas, vajilla de porcelanato francés y cortinas traídas de oriente medio.
En otro salón se muestran asientos para montar caballos, ropa original de montaje de la pareja Patiño, petacas alemanas, equipos de textilería, y las dos primeras fotocopiadoras que llegaron al país; una francesa y una alemana. También hay una colección de monedas alemanas, francesas, inglesas y americanas.
La casa tiene al menos cuatro baños: uno de la pareja, uno de visitas, otro para sus hijos y otro más para el uso general. El baño de los hijos tiene lavamanos inglés, calentador de agua y un sauna o baño turco individual, además de un sanitario para mujeres modelo japonés.
El santuario de la mansión tiene un Cristo Redentor de bronce bañado en oro, adornos también bañados en oro, floreros, crucifijos y cúpulas, además de un cáliz de oro macizo.
Los Patiño también innovaron en medicina. Tenían su propio salón de botica o farmacia. Una vitrina de más de tres metros de alto y cinco de largo alberga un montón de medicinas importadas desde Rusia, Italia, Alemania, China, EEUU y Japón. También una mesa de preparación de infusiones, menjunjes y medicamentos caseros. Hay un archivero y un recetario en el que trabajaban sus médicos de cabecera. Dos frascos, presuntamente con magnesio, están abiertos tal cual los dejaron el último día que residieron en esa vivienda.
Las habitaciones de sus hijas Graziella, Elena y Luzmila están en el mismo pasillo. Todas tienen una estructura de bronce bañada en oro, edredones de plumas de garza, colchones de lana de vicuña, vestidores, tocadores y roperos.
La habitación de Simón y Albina Patiño tiene juegos de sillas egipcias, roperos alemanes de tres cuerpos, guardador de vestidos y de sombreros, cortinas egipcias, velador de mármol y ropas originales de gala y de casa. Hay un calentador y dos tocadores tipo Luis XV y Luis XVI, un negrito Salvador y un sombrero de copa inglés de Patiño, el único que quedó del barón del Estaño en el país.
La oficina de Patiño, que no está abierta al público, tiene maquetas y proyectos que el potentado minero tenía previsto desarrollar en el país. No se puede ver las habitaciones de sus hijos porque quedaron separadas en casas vecinas vendidas a otras instituciones.
En el piso inferior está la cochera, donde hay tres carruajes franceses. Uno de ellos cuenta con llantas de fierro, servía para expediciones mineras y era jalado por 8 o 10 caballos. Las otras dos tienen llantas de caucho y eran utilizadas para paseos en la ciudad o viajes al campo. Una se llama “el mosquito” por la forma de sus alas. La otra es un deportivo descapotable. También hay equipos de arnés para la monta, repuestos para los carruajes y fotografías de momentos familiares. La única foto del Negrito Salvador de que se tiene registro está en este piso.
Hay otras habitaciones que están cerradas al público por cuestiones de mantenimiento y resguardo de las piezas históricas. Los horarios de atención son, de lunes a viernes, de 9:00 a 11:00 y de 15:00 a 17:00. El costo de las entradas es de 20 bolivianos para nacionales y 25 extranjeros. El costo por derecho de fotografías es de 20 bolivianos.
Sin duda, el Museo Simón I. Patiño es más que una visita guiada a la guarida del hombre más rico de la historia de Bolivia. Es un viaje al pasado.