¿Usted sabía que el 40 por ciento de la superficie total de Bolivia, de una extensión de 1.089.581 km2, es montañosa y que más de la mitad de población vive en estos lugares? De ahí que esa sea una de las razones para conservar a estos gigantes de piedra.
En el mundo entero también se reconoce la importancia de estos ecosistemas y cada 11 de noviembre se recuerda el Día Internacional de las Montañas, pues se las considera joyas de la naturaleza. Por eso, la Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó esta fecha para asumir acciones sobre la función de estos espacios.
Las montañas son también una fuente de recursos naturales y, principalmente, de agua dulce. Como una muestra está el Parque Nacional Tunari, en Cochabamba. “Es una fábrica de agua. Cada año genera unos 490 millones de metros cúbicos para consumo a través de represas como Misicuni, Escalerani y Wara Wara”, según publicó Los Tiempos.
Pero, a pesar de su importancia ambiental y como reserva de agua, enfrenta múltiples amenazas provocadas por la mano del hombre.
Miles de personas del valle tienen agua gracias a las 338 lagunas, 660 ríos, miles de quebradas y 800 bofedales del Tunari. Por eso es vital saber de dónde viene el recurso y cuidar esta reserva que cada vez está más amenazada por los incendios. En los últimos cinco años, se han quemado más de 6 mil hectáreas.
Bolivia es un país con una gran diversidad de paisajes y pisos ecológicos que ha dependido a lo largo de su historia de sus montañas. Ése es el caso del Cerro Rico de Potosí, que, después de más de cinco siglos de explotación, continúa siendo una fuente de recursos, pero ya registra hundimientos que ponen en riesgo su estructura y hasta la vida de los mineros.
En procura de salvar a este ícono se conformó una Comisión de Restauración y Rehabilitación; sin embargo, los activistas piden más esfuerzos para controlar la explotación de los minerales y evitar que el cerro se siga dañando.
En cada región se pueden encontrar montañas representativas: en La Paz está el imponente Illimani; en Oruro, el Sajama; en Potosí, el Uturuncu; en Tarija, El Campanario; en Chuquisaca, el Sica Sica y el Churuquella, y en Santa Cruz, el Naranjos.
Por su importancia económica, ambiental y social, es urgente conservar y proteger a las montañas. Las personas deben ser conscientes de que de estos ecosistemas proviene algo tan esencial como el agua y generar mecanismos que ayuden a mantener estos sitios.
Sin embargo, el gran desafío está en las autoridades del Ministerio de Medio Ambiente y del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), que deben aplicar los planes de manejo, evitar la destrucción de estos espacios y crear alianzas con las universidades y las sociedades científicas para determinar cómo impacta el cambio climático.