El título de este artículo corresponde a un refrán muy antiguo que utilizaron Aristóteles y Cicerón en el sentido de que “un nuevo amor saca al viejo amor, como un clavo a otro” y por extensión puede aplicarse a una situación conflictiva, en que la aparición de un nuevo problema hace olvidar al primero.
En Sucre existía un eximio poeta, dramaturgo y diplomático —cuyo nombre prefiero guardar por el respeto que se merece—de gran prestigio nacional, que había iniciado su vida intelectual en el diario ==La Mañana de la capital, cuyo director propietario era mi tío abuelo Claudio Peñaranda, igualmente poeta modernista muy ligado al gran Rubén Darío, ganó los Juegos Florales de 1917, dirigió también los periódicos La Prensa y El Diario, de La Paz.
Ahora bien, mi abuelo, un periodista cáustico de ese tiempo, me relató una anécdota curiosa. Resulta que el poeta inicialmente mencionado, y cuyo nombre no divulgo, poseía un espléndido talento literario, pero su carácter era verdaderamente raro al extremo que llegaba a la ingenuidad, quizá debido a su ensimismamiento poético. Dice que alrededor de los años 1920 adquirió una bonita casa de campo a la que sin ninguna originalidad la llamó “Bolivia”, cuando todos sus amigos esperaban que le iría a otorgar algún nombre singular acorde con su enorme intelectualidad.
Para la inauguración de la propiedad invitó al núcleo de intelectuales con los que se rodeaba, todos montaron a caballo para dirigirse al lugar junto a algunas mulas que llevaban los implementos requeridos para la fiesta y se pusieron a cruzar un riachuelo existente en el camino, llamándoles la atención que el personaje central de nuestro relato se había quedado plantado en medio río. Ante tal hecho le preguntaron por qué se había detenido a lo que éste respondió que había derramado un clavo en el agua, y para mayor sorpresa de todos, nuestro hombre se puso a echar al río, uno por uno, los clavos que llevaba. Entonces, sus asombrados acompañantes le preguntaron por qué tiraba los clavos al río, y él les contestó que “un clavo saca otro clavo”, lo cual dejó estupefactos a todos.
Como se ve, el refrán “un clavo saca otro clavo” no se emplea solo para asuntos del amor, también se utiliza en referencia a la corruptela y a la delincuencia políticas, con la finalidad de que la gente olvide un hecho repugnante al que rápidamente debe seguirle otro acto ominoso y a éste otro acontecimiento inmundo y luego otra comisión repulsiva, siempre contra la población, es decir, un acto de corrupción o un delito debe ser tapado y olvidado con otro similar o con uno peor. “Un clavo saca otro clavo”.
Algunos políticos creerán que un clavo saca otro clavo, pero eso no es así porque en política siempre quedará enquistado un pedazo del primer clavo y esta frase tarde o temprano les sepultará porque un clavo no saca otro clavo, solo deja un hueco en la madera y un mal recuerdo en el pueblo.
El autor es jurista