Como decía Otto Maduro, el notable sociólogo de la religión, venezolano (nada que ver con el dictador que asola a Venezuela), somos seres biográficamente situados, lo que significa que todos (nadie se salva de esto) tenemos inclinaciones y aversiones, tendencias, simpatías y antipatías; y tenemos también nuestras raíces, que no son otra cosa que nuestra casa, el colegio, el barrio y los círculos de amigos. Todo lo que uno aprendió de niño, en la casa, en el barrio y en el colegio, lo marca para el resto de su vida.
En esta ocasión, al recordar el 50 aniversario de mi egreso como bachiller, quiero recordar al Colegio Particular Franciscano de Potosí, en el cual cursé 12 años de estudio.
Fundado en 1909 (este año cumple 114 años de vida) ha formado a miles de hombres y en el último tiempo también de mujeres, tomando como base la práctica de quien ha sido, para muchos, el más grande cristiano: san Francisco de Asís (1181/1182 – 1226), el poverello que hizo del amor a Dios a través de sus semejantes y de la naturaleza, lo central de su vida y que ha dejado expresado el mismo en su saludo “Paz y Bien” y en la conocida Oración de san Francisco, que empieza con las palabras “Haz de mí un instrumento de tu bien …”.
También se inspira en san Antonio de Padua (1195-1231) portugués, sacerdote y doctor de la Iglesia, que conoció a san Francisco y formó parte de la orden que éste había fundado (san Francisco fundó además la segunda orden, de las clarisas y la tercera de seglares) y se distinguió por los sermones que preparó a lo largo de su vida dedicada a la predicación.
Los datos que anteceden muestran en común a dos hombres dedicados a Dios con todas sus fuerzas, que murieron jóvenes y dejaron una huella difícil de olvidar.
Este espíritu impregna las actividades del Colegio Particular Franciscano de Potosí, en el cual tuvimos como directores a los sacerdotes Javier Contorni, Bernardino Rivera (después obispo auxiliar de Potosí) y Eugenio Natalini. Y como profesores, tanto en primaria como en secundaria a María de Sandi, Santiago Sandi, Julio Pérez Chacón, Lino Meneses, Efraín Doria Medina, Francisco Illanes, José Soraide, Julio Quespía, Gregorio Córdova, Pastor Alurralde, Max Farfán, Demetrio Estrada, Juan Pereira, Dheri Prieto, Eduardo Araujo, Justo Poquechoque, Enrique Calbimonte, Marcial Baldivieso, Freddy Mendoza, Guido Campos, Humberto Elías, Zenón Lazcano, Primo Subieta, Guido Málaga, Luis López, Gregorio Calbimonte, Juan Collazos, Alfonso Cortés, Nemo Auza, Mario Buitrago, Vitalio Pereira, René Arrueta, Oswaldo Dávila, César Gutiérrez, Marcial Llanos, Humberto Iporre, Gudelia Campana, Luis Villarroel, Deodato Di Geronimo, Eugenio Natalini, Sergio Castelli, Juan Sosa, Toribio Anagua, Elizabeth Stevenson de Zárate, Julio Navía. Como personal administrativo a Walter Rodrigo, David Benítez, Humberto Orsolini, Jorge Aguilera, Carlos Morodías y Juan Sanga.
El reencuentro con los compañeros en esta ocasión, es una manera de volver a nuestras raíces, para continuar trabajando en la vida como hombres de bien, recordando a nuestros amigos que ya no están en este mundo y a quienes, por diferentes motivos y razones, no pudieron estar con nosotros en esta ocasión.
Seguiremos de aquí para adelante inspirados en otro franciscano, el teólogo escocés Juan Duns Escoto (1266 - 1308), que dijo, con toda razón, que “si Dios existe como existen las cosas, entonces Dios no existe”, para dar cuenta de que al referirnos a Dios estamos pensando en una Realidad Última que trasciende los límites del espacio y del tiempo o de cualquier otra forma de conocimiento.
Hundidos en nuestras raíces, hacia Él vamos.
El autor es abogado