Nos han dicho, y con razones, que los censos son la manera más idónea de contar la población de un lugar, pero a los potosinos nos consta que eso no es cierto.
En 2001, el alcalde de Potosí era René Joaquino. Había ganado las elecciones municipales de 1999 con el 61,37 por ciento de los votos y tenía nueve concejales. Una de las obras más importantes de su gestión fue el nuevo catastro, que demostró que la ciudad estaba creciendo aceleradamente como consecuencia de una importante migración desde las provincias.
Cuando se aproximaba el Censo Nacional de Población y Vivienda, previsto para el 5 de septiembre de 2021, Joaquino admitió su expectativa de que Potosí rebasaría la marca de los 200.000 habitantes, pero cuando recorrió los barrios periurbanos, en compañía de periodistas, comprobó, acongojado, que las casas estaban vacías porque sus ocupantes habían ido a censarse a sus lugares de origen. Las cifras oficiales del censo para la Villa Imperial fueron de 112.078 pobladores.
El censo de 2012 encontró a Bolivia con un alcalde suplente, Zenón Gutiérrez. Habían pasado 11 años desde el anterior y, por los datos del catastro y de impuestos, él estaba seguro de que, esa vez sí, se iba a pasar la barrera de los 200.000 habitantes, pero el resultado oficial fue de 191.302. Gutiérrez murió con el dolor de haber sido engañado por los potosinos migrantes, a los que él apoyó en su corta gestión.
Lo que ocurrió en aquellos censos es que las autoridades originarias obligaron a los migrantes a retornar a sus lugares de origen para ser contados allí. La presión se ejerció, incluso, mediante amenazas porque se les advirtió que si no retornaban a su lugar de nacimiento se les quitaría sus tierras o cortaría el acceso al agua.
Por tanto, la ciudad de Potosí lleva por lo menos 23 años con datos poblacionales que no reflejan su realidad. Pasó de 200.000 habitantes al comenzar el siglo XXI, pero sus pobladores provenientes del área rural no se hacen censar allí, aunque tienen acceso a todos los servicios que el gobierno municipal está obligado a dar.
Todas esas personas que viven en Potosí, pero se hicieron censar en otros lugares, son mañudos que mintieron sobre el lugar donde viven y son parásitos que viven en un municipio al que no aportan con recursos de coparticipación tributaria. Entre 2001 y 2012 pudimos coexistir con esa mentira, pero comenzaron a exigir obras y a presionar para conseguirlas. Son ellos quienes más bloquearon la alcaldía de Potosí exigiendo servicios a los que, moralmente, no tienen derecho.
¿Esta situación es exclusiva de Potosí? No. En Sucre, por ejemplo, los estudiantes que provienen del interior se van a sus ciudades a hacerse censar, aunque viven en la capital y gozan de sus servicios.
Tampoco es un fenómeno de este tiempo. La historia demuestra que siempre se mintió en los censos, desde los empadronamientos y revisitas que realizaba el imperio español, para saber a cuántos podía cobrar tributo, hasta los días en que comenzaron a aplicarse boletas, ya bien entrado el periodo republicano.
En el censo de este 2024, es seguro que Potosí rebasará, por fin, la barrera de los 200.000, pero los datos que maneja la alcaldía de esta ciudad permiten estimar que hace mucho que se sobrepasó los 300.000 habitantes. Si los resultados oficiales no reflejan esa verdad, seguiremos viviendo con resultados mentirosos.