Desde mediados del siglo pasado, un grupo de personas que trabajan como micreros, truferos y colectiveros se esconde detrás del poder y de los líderes políticos para satisfacer sus necesidades y deseos, sin importar el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Fue así, es así y seguirá siendo así. El alcalde de Cochabamba el jueves pasado propuso una rebaja al impuesto a la propiedad de vehículos del transporte público con el fin de revertir y compensar un posible incremento del pasaje de Bs 1,90 a Bs 2,18, como sugirió el estudio de costos preparado por la Dirección de Movilidad Urbana ante el Comité Municipal de Transporte. El Sindicato de Micros y Colectivos intensificó su presión y acordó establecer una mesa técnica con la Alcaldía para aumentar el descuento al 60% en el impuesto sobre la propiedad de vehículos arruinados y residuales. Además del beneficio de la condonación de la multa por omitir el pago de impuestos por décadas, intereses y demás accesorios tributarios. Esta demostración de poder abusivo ha ofendido al ciudadano común, que está soportando una carga fiscal del 100% sobre valores que se actualizan anualmente. En resumen, este sector aceptó la disminución de impuestos que no ha abonado de manera oportuna y cuya participación en la recaudación total de impuestos es insignificante.
En Bolivia, se continúa jugando con los impuestos para salvaguardar a unas castas privilegiadas que han mantenido su posición entre la política y el crimen durante un largo período de tiempo. Los cocaleros están siempre relacionados con el tráfico de drogas, así como los comerciantes minoristas que están vinculados al contrabando, y también los transportistas y los empresarios agrícolas que gozan de significativas rebajas tributarias. Este grupo de los transportistas ha sido favorecido y ha experimentado un aumento significativo en sus ingresos y ganancias. No me cansaré de decir que el autotransporte es un negocio redondo, porque la presión fiscal sobre estos grupos económicos preferidos es mínima, gracias a los recortes impositivos y la gran cantidad de exenciones fiscales que se encuentran en estos sectores de la economía informal. Mientras tanto, los bolivianos o las bolivianas pertenecientes a la clase media carecen de los elementos básicos necesarios para vivir.
Lo lamentable es que muchos ciudadanos han adoptado intuitivamente la idea de que mientras más viejo sea el vehículo, se paga menos impuestos. En realidad, la ley fue creada de esta manera, siempre según los deseos de los transportistas que presionaron a las autoridades para que lo hiciera así. Los sensatos creen que lo barato cuesta caro. Desde un punto de vista utilitario, se puede decir que el dueño de un automóvil económico y viejo está en riesgo de maldecir cada vez que debe enfrentar fallos mecánicos para mantener su vehículo en buen estado. Miles de propietarios han sido atraídos a un circuito perfectamente planificado para esquilmarles los pocos recursos con que cuentan para cuidar un armatoste.
¿Cómo afectaría cambiar esta lógica malvada que protege e incentiva lo antiguo? En la actualidad, la mayoría de los países modernos ofrecen beneficios fiscales significativos a aquellos que poseen vehículos nuevos, especialmente a las compañías de transporte público, y penalizan a aquellos que no renuevan sus vehículos antiguos con tasas elevadas. ¿Qué tal si a los colectiveros y micreros que compren autobuses nuevos, la Alcaldía les suspende impuestos a la propiedad durante tres años? Cualquier ciudadano honesto responderá afirmativamente, y esto será una bendición para todos. Enfatizando el transporte público, la ciudad ganaría en estética y modernidad, y los usuarios obtendrían más comodidad y rapidez, entre otros beneficios inimaginables.
Con estos incentivos, las líneas de trufis y micros podrían comprometerse a renovar el parque de vehículos de manera regular, y los colectiveros garantizarían la disponibilidad de autobuses nuevos en la ciudad, evitando la plaga de trufis, colectivos y micros mugrientos y desastrosos que abundan en esta ciudad que reclama una mayor modernidad. Sin embargo, tengo la impresión de que los transportistas no tienen ningún interés en abandonar sus paradigmáticos micros obsoletos, tan propios del paisaje turístico.