Sin duda, la crisis económica ha experimentado, en las últimas tres semanas, una intensa agudización. Nuestra economía padece de algo muy grave, con efectos inflacionarios y multidimensionales: la dramática escasez de divisas.
Esto ha provocado que el precio del dólar, en el mercado paralelo, se dispare a nueve bolivianos. Los efectos de este fenómeno, se comienzan a sentir. Los precios de muchos artículos han subido, dando inicio a un pernicioso proceso inflacionario. Y, si en el corto plazo, no se busca el equilibrio fiscal, esa inflación que se inicia, puede derivar en hiperinflación. Algo terrible, sobre todo, para las clases populares que dicen proteger y defender. Gran parte de ellos, pueden pasar a la miseria.
Ahora bien, es importante considerar, en el análisis, que, aquellos dólares que ingresaban a la economía nacional por la venta de gas a Argentina y Brasil —un poco más de 6.000 millones de dólares en 2014—, sufrieron una drástica caída. Esos ingresos, hoy, apenas, bordean los 2.500 millones de dólares. A esto se debe sumar también, otro grave factor: la importación de combustible. En 2023, se destinó cerca de 3.200 millones de dólares para abastecer el mercado nacional de gasolina y diésel, a precio subvencionado. Observen ustedes, amables lectores, los ingresos por la venta del gas, ya no alcanzan siquiera para comprar combustible.
Este difícil y complejo escenario, exige, imperativamente, un ajuste fiscal todavía oportuno. Cuanto antes, mejor. Si la decisión demora, los efectos serán catastróficos. Con la inflación y la devaluación del boliviano, en relación al tipo de cambio del mercado paralelo: todos perdemos en capacidad adquisitiva.
Ahora, la situación, en una hiperinflación es, por decir lo menos, horrendamente peor. La incontrolable subida de precios y la constante devaluación de la moneda: condena a gruesos segmentos de la población a la miseria. Las evidencias históricas están a la vista. La hiperinflación condeno, en Venezuela y Argentina, a millones de personas a la miseria.
¿Qué se debe hacer para evitar este catastrófico escenario? Primero, se debe revisar la continuidad de la subvención a los combustibles. En este momento, es uno de los más graves problemas del desequilibrio fiscal. Para ilustrar este gran problema, en su verdadera magnitud, veamos cifras redondas -no tan exactas-. El gobierno compra, en el mercado internacional, a diez bolivianos el libro de gasolina y vende, en el mercado nacional, a cuatro. La subvención es enorme. Obviamente, sin crisis, la subvención hasta podría ser loable. Sin embargo, en crisis, es insostenible. Además, cada año, de manera muy sospechosa, se incrementa el consumo de gasolina, sin que necesariamente exista un crecimiento, a la par, del parque automotor. La diferencia de precios, además, incentiva el contrabando. Hay mafias y consorcios, dedicados a este “negocio”, que están forjando enormes fortunas.
Claro, y este es el argumento del gobierno, que una disminución o retirada de la subvención provocaría sistemáticamente un aumento en el costo de vida, afectando a las clases populares. Eso es absolutamente cierto. Empero, también, no es menos cierto que, en el largo plazo, con la inexorable hiperinflación; las clases populares no sólo pierden su poder adquisitivo: pasan a la miseria. Desafortunadamente, otros pasaran, también, a la miseria absoluta.
Por otro lado, en el ajuste, se debe considerar, también, una drástica reducción del aparato Estatal. Sin que esto signifique dejar al capital privado los sectores estratégicos donde se genera riqueza y excedente. Ahí, más bien, tendría que fortalecerse. El aparato estatal, producto de la bonanza económica del primer ciclo, no sólo ha crecido desmesuradamente: se ha hipertrofiado. Ese tamaño del Estado y la cantidad de empleados públicos -que bordean el número de 700.000, ahora es insostenible.
Pues bien, el ajuste fiscal no debe concentrarse sólo en el gasto. Debe haber un gran esfuerzo para incrementar los ingresos, aumentando la recaudación tributaria. En este caso, jamás propondría un “impuestazo”. Si bien se trata de una receta ortodoxa, en ningún caso, ahora, es recomendable. Lo que debe hacer el gobierno es una gran reforma tributaria para aumentar considerablemente el número de contribuyentes y hacer que una gran parte, o todos, los bolivianos paguen impuestos.
Donde sí debe aumentar impuestos es en la explotación y comercialización de oro. Las exportaciones de oro, en 2023, alcanzaron un poco más de 3.000 millones de dólares. ¿Saben cuánto dejaron en impuestos? No más del 3%. Algo ciertamente inaudito. Mientras el país se empobrece, estos grupos están acumulando exorbitantes fortunas. Son, por así decirlo, los “nuevos varones del oro”. Saquean y no dejan nada para el país.
Es imperativo, entonces, ajustar las cuentas ahora para encontrar