“Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte. (…) Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no practican religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”. Así refiere el poema del escritor uruguayo Eduardo Galeano a los nadies que abundan en un mundo deshumanizado y desigual.
Este poema me vino a la memoria hace unos días atrás cuando ocho miembros de una familia chimán murieron aplastados por el desplome del puente Rapulo en Santa Ana de Yacuma en el Beni, y fueron echados a una fosa común sin ser identificados, sin que ninguna autoridad se hiciera cargo de ellos.
Seguro poco conocemos de esa etnia, recóndita e invisible que habita en algún rincón del país. Los chimanes, una de las etnias de las 36 reconocidas en la CPE son recolectores y cazadores por tradición. Se ubican en los municipios de San Borja, San Ignacio de Mojos, Rurrenabaque, y Santa Ana de Yacuma del departamento del Beni. Habitan los territorios del Consejo Chimán y del territorio Chimán Mosetén Pilón Lajas en el piedemonte de la amazonia. Conviven con la naturaleza, con un sinfín de plantas y animales.
El capitán del Gran Consejo Chimán, Maguin Gutiérrez explica que la costumbre de los chimanes es viajar en familia, van hijos, yernos, nueras y hasta mascotas incluidas. Trasladarse desde Turindi, la comunidad de la que provenía esta familia, hasta Santa Ana, no es tarea fácil. En una canoa con un motor fuera de borda el tiempo es de tres días, claro que más rápido que a remo, lo que les llevaría por lo menos dos semanas de viaje. La familia de diez miembros partió de la comunidad que se encuentra sobre el río Maniqui. Jamás se imaginó que el viaje que realizaría sería sin retorno. Desde allí se dirigió a Santa Ana de Yacuma, porque la navegabilidad es más benévola, el río más apacible y allí la paga por los productos es mejor. Llevaba consigo para vender: plátano, maíz, arroz en chala, papaya, yuca, son algunos de los productos que cultivan. Todos los integrantes se acomodaron por unos días bajo el puente Rapulo, con la intención de permanecer allí hasta terminar la venta, pero el puente se cayó y ocho de ellos murieron en tal evento.
Estos nadies de la comunidad de Turindi, como los de las demás etnias que figuran en nuestra Constitución Política del Estado, de nuestro rimbombante Estado Plurinacional, son los que no importan de manera verdadera y estructural en el país, son los que viven en la pobreza, son los que sufren avasallamiento de sus territorios por unos u otros, ya sean carayanas (blanco-mestizos) o interculturales. Son en definitiva quienes permanentemente viven en las peores condiciones, se los discrimina y un Estado reconocido como diverso y que pregona que los pueblos indígenas y originarios son su razón de ser, no los atiende. Asimismo, estos nadies pertenecen a una sociedad que poco o nada sabe de su existencia y ni le importa. Eventos de este tipo, desoladores, a diario ocurren y nos recuerdan que estamos lejos de concretar un honesto reconocimiento de estos pueblos indígenas que se hallan desprotegidos y vulnerables.
Los nadies, como los de Turindi, sueñan no tener la necesidad de salir cada vez al pueblo grande para vender los productos cosechados y así obtener algo de dinero. Sueñan los nadies que no sean siempre a ellos a quienes les caiga la mala suerte, convertido en un puente mal construido que se desploma encima de ellos. Sueñan los nadies que una vez muertos puedan tener un entierro digno y no ser arrojados en bolsas de plástico a la fosa común, sueñan los nadies poder ser despedidos con un poquito de importancia y conmiseración, sueñan los nadies morirse con nombre inscrito en una cruz como huella de que algún día existieron.
Para Nelson Vie Cuata, Ana Pache Saravia, Yair Cayti Cari, Dilcia Vie Pache, Aneida Vie Pache, Sonia Vie Pache, Sandalio Cayti Pache, Erika Cari. Que en paz descansen.