La emigración boliviana, impulsada por una profunda crisis económica interna, ha comenzado a generar preocupación en países vecinos, como Perú y Argentina, donde se teme una marcha forzada que afecte sus sistemas de servicios públicos y la seguridad. Este fenómeno refleja un problema de fondo en Bolivia que es el agotamiento de su modelo económico comunitario y las severas dificultades que enfrentan sus ciudadanos para encontrar estabilidad y mejores oportunidades.
Uno de los puntos más críticos que los analistas prevén para el futuro es el agotamiento de las reservas de gas natural, que ha sido durante años una de las principales fuentes de ingresos de divisas para el país. Según expertos, para el año 2028 Bolivia podría no tener un solo metro cúbico de gas para exportar y menos para su mercado interno. A lo largo de los años, la política económica del país, centrada en medidas populistas, altos niveles de corrupción y una fuerte presión fiscal, ha contribuido al declive del sector empresarial privado, que desde hace algunos años está emigrando masivamente a Paraguay. El populismo del partido azul ha sofocado a las empresas privadas y ha desalentado la inversión extranjera, destrozando las pocas esperanzas que quedaban.
Ahora, Perú y Chile son los principales destinos para los emigrantes bolivianos en busca de trabajo asalariado. Ante la posibilidad de un embate migratorio similar a la que se vivió con los venezolanos hace unos años, algunos políticos peruanos y chilenos han comenzado a proponer medidas para controlar esta expatriación. Una diputada peruana sugirió recientemente la necesidad de exigir visas a los ciudadanos bolivianos, argumentando que una nueva oleada migratoria podría colapsar los servicios públicos y agravar la inseguridad en el país, ya que, según ella, un porcentaje de desterrados bolivianos estaría vinculado con el narcotráfico.
Mientras que en Perú se teme un impacto negativo en la infraestructura pública, especialmente en áreas como la salud y la educación, las autoridades bolivianas, aunque no han emitido un pronunciamiento oficial, han sido objeto de críticas por no abordar de manera proactiva la situación de sus ciudadanos en el extranjero. Una diputada boliviana incluso calificó la propuesta peruana de "racista", mostrando la sensibilidad que este tema ha provocado en ambos lados de la frontera.
El éxodo boliviano no solo afecta a Perú, sino también a Argentina, en particular a la provincia de Salta. En esta región, la presión migratoria ha llevado a las autoridades locales a tomar medidas restrictivas. En la localidad de Orán, por ejemplo, se ha prohibido la prestación de servicios médicos a extranjeros, en su mayoría bolivianos, debido a la falta de recursos. El hospital público, que antes atendía unas 300 consultas diarias, ahora ha reducido su carga a apenas 5 o 6 consultas al día, lo que muestra el impacto directo de las restricciones impuestas. Salta ha tomado estas decisiones para proteger sus recursos limitados, pero también ha generado críticas desde Bolivia, donde muchos expatriados ven estas medidas como discriminatorias.
Lo curioso de esta situación migratoria es que los bolivianos no están buscando refugio en países paradisiacos que promueven el socialismo del siglo XXI, como Cuba, Venezuela o Nicaragua. En lugar de ello, prefieren migrar hacia naciones que han construido sus economías en base a la iniciativa privada y al estímulo de la inversión extranjera, como Paraguay, Perú, Argentina y, en menor medida, Chile y Brasil. Este fenómeno plantea una paradoja: mientras el gobierno boliviano afirma que su modelo de desarrollo comunitario y socialista es próspero y envidia de otros países, los propios ciudadanos buscan refugio en economías que promueven políticas muy vinculadas con el capitalismo y el liberalismo.
Este éxodo también refleja el desencanto de los jóvenes bolivianos, que, lejos de sentirse atraídos por los modelos de gobierno que, en teoría, prometen igualdad y justicia social, buscan oportunidades en economías más dinámicas y abiertas. En última instancia, la migración boliviana es un reflejo de las fallas internas del país y de la falta de confianza de su población en las promesas gubernamentales de prosperidad.
En definitiva, la migración de los bolivianos, alimentada por la crisis económica, refleja tanto el fracaso de las políticas internas de corte populista y muy aliadas con el socialismo empobrecedor. Entre tanto, el país entero está en caída libre y sin un solo centavo en las arcas.
El autor es abogado