Durante la última semana de septiembre tres imágenes dominaron los noticieros, los incendios forestales que ya han arrasado millones de hectáreas, la apertura de la Expocruz, con todo lo que representa en la celebración del mes aniversario de Santa Cruz y su modelo de desarrollo, y las marchas y contramarchas que reflejan la lucha sin cuartel al interior del oficialismo por el control del partido y la sucesión en su liderazgo. Tres realidades distintas que conviven en un mismo país, aunque parecen tres mundos diferentes.
Los incendios muestran al mismo tiempo las consecuencias de utilizar la migración y la distribución de tierras como medio de ocupación poblacional del oriente boliviano, con fines políticos electorales y el fracaso del estado para imponer el respeto a la ley preservando el orden constituido frente a grupos delincuenciales, que se han convertido en clanes del crimen organizado dedicados al tráfico de tierras. Igualmente, la carencia de entidades estatales que puedan contribuir con medidas de prevención, mitigación y combate contra los incendios forestales, que es el tipo de servicios públicos que los entes gubernamentales debieran prestar.
La consecuencia es la pérdida de un patrimonio natural invaluable e irreemplazable, que destruye nuestras posibilidades de lograr un desarrollo sostenible que concilie nuestras necesidades de progreso en armonía con la preservación de las servidumbres ecológicas que hacen posible la producción a largo plazo, entre ellas el aprovechamiento de la tierra según su vocación de uso mayor, para lo cual se debe respetar los derechos propietarios, ya sea colectivo como el de los territorios indígenas o los parques y reservas, como individuales, en el caso de los predios privados de carácter productivo. Es innegable que el fenómeno de la masificación de estos incendios tiene una relación directa con asentamientos promovidos por fines políticos.
Frente a este panorama de desolación y destrucción, la Expocruz marca una expresión clara de la apuesta del modelo de desarrollo cruceño hacía el progreso social y económico basado en el emprendimiento, la producción y la integración con la economía internacional. Su realización trasciende su contenido comercial y se convierte en un elemento fundamental de una cultura compartida por distintos sectores socioeconómicos que integran el conjunto de la sociedad y le dicen al país que existe otro camino hacia la prosperidad y la movilidad social, que funciona y que ya ha beneficiado a millones de ciudadanos que se han integrado en una comunidad que mira hacia adelante a pesar de las crisis y los conflictos que marcan el devenir de la historia nacional.
En la Expocruz no sólo se refleja la fe de Santa Cruz y sus habitantes en un futuro mejor sino también su apuesta, y su obstinación en progresar a pesar de las barreras y los límites que impone un estado sin institucionalidad que no cumple con sus funciones esenciales como garantizar las libertades fundamentales, el estado de derecho, la seguridad y la justicia para todos sus ciudadanos.
Simultáneamente, y mientras la economía sufre una crisis que se profundiza progresivamente y que ya está deteriorando las condiciones de vida de la población, el partido oficialista continúa sumido en sus peleas internas que priorizan la lucha por el poder de cúpulas partidarias desplazando la necesidad de encontrar soluciones a los problemas económicos hasta por lo menos después de los próximos comicios presidenciales que deben de realizarse en agosto de 2025.
Obviamente, el país sufrirá las consecuencias nefastas de que se posterguen más de un año las necesarias reformas estructurales que se deben asumir para evitar una crisis aún mayor, suponiendo que viniera un nuevo gobierno que esté dispuesto a asumir las medidas necesarias, como por ejemplo se hizo en agosto de 1985 con la aprobación del Decreto Supremo 21060, durante la última presidencia del Dr. Víctor Paz Estenssoro.
Los tiempos de la política y de la economía son muy distintos y las prioridades también. En esta confrontación entre intereses y realidad, al final la economía se impone pues aunque la política trata de conducir la economía con discursos, propaganda y relatos, cuando la escasez afecta al conjunto de la población el deterioro individual y colectivo de las condiciones de vida provocará que tarde o temprano la política corra tras la economía, aunque nada asegura que sea más tarde que temprano porque en el corto plazo los intereses de la lucha por el poder procuran evadir la realidad.