En agosto de 2020, emergieron acusaciones muy serias contra Evo Morales, expresidente de Bolivia, por el presunto delito de tener relaciones sexuales con una menor de edad, lo que generó un fuerte impacto no sólo en el ámbito político, sino también en la sociedad boliviana. Aunque por el momento la acusación se ha dirigido exclusivamente contra Morales, las investigaciones sugieren que detrás de estos encuentros libidinosos nunca existió la casualidad, sino la posible intervención de grupos organizados y facilitadores que operaron en la sombra.
Aunque el cocalero y sus defensores han desestimado estas acusaciones, el proceso ante la fiscalía ha seguido su curso, con investigaciones que revelan más detalles preocupantes sobre la situación. Según las primeras indagaciones, no se trataba simplemente de un encuentro aislado entre Morales y la joven, sino de una dinámica más compleja y siniestra. Existen indicios de que grupos canallescos de funcionarios públicos que estaban encubriendo la organización de estos encuentros y actuaban como facilitadoras, coordinando los encuentros entre Morales y varias menores, a las que organizaban con el denominativo de “guardias juveniles del proceso de cambio”, algo que profundiza aún más la gravedad del caso. Aunque no se han hecho acusaciones formales contra estos grupos en este momento, la investigación sugiere que estas redes podrían estar operando a niveles muy altos, arreglando de manera meticulosa las reuniones para el disfrute erótico del cocalero.
Este tipo de operaciones, si llegan a comprobarse, señalarían la existencia de una estructura muy bien planificada que va más allá de un solo individuo. En este contexto, Evo Morales podría haber contado con el apoyo de personas o grupos que orquestaban estas reuniones siendo piezas clave en la operación, buscando garantizar la impunidad a cambio de favores y poder. No queda duda que estaríamos ante un caso de explotación sexual de menores a gran escala, lo cual representaría un golpe devastador para la justicia y la moral de la sociedad boliviana.
Uno de los aspectos más controversiales que ha surgido en torno a este caso es la posible complicidad de los padres de las menores involucradas. Según ciertos informes preliminares, algunas familias habrían permitido que sus hijas participaran en estas “guardias juveniles”, algo que pone en evidencia un contexto de vulnerabilidad y, probablemente, coerción económica o social. La pobreza y las condiciones precarias en las que viven muchas familias en Bolivia podrían ser factores que explican por qué algunos padres habrían accedido a estas terribles situaciones de explotación sexual.
Este caso delincuencial ha colocado a la sociedad boliviana en contra del cocalero, pero desde la capital de la cocaína (Chapare) lo ven como un ataque político orquestado para desacreditarlo, pero la gente decente cree que es una muestra clara del abuso de poder y la corrupción sexual que ha existido bajo su liderazgo.
Si bien el caso de Morales es uno de los más sonados por su prominencia, este tipo de delitos no son nuevos en el país. La explotación sexual de menores, a menudo facilitada por redes criminales de funcionarios públicos, sigue siendo un problema alarmante que requiere atención urgente por parte de las autoridades y la sociedad en general.
Uno de los grandes obstáculos que enfrenta el caso de estupro contra Evo Morales es la falta de imparcialidad dentro del sistema judicial boliviano. La fuerte polarización política entre los jueces muestra que unos pertenecen a bandos vinculados al expresidente, mientras que otros están alineados con sectores muy afines al presidente Arce. Esta situación deja en evidencia que la justicia en Bolivia está profundamente politizada, lo que plantea dudas sobre la capacidad del sistema judicial para actuar con objetividad. Entonces resulta poco probable que el caso sea manejado de manera imparcial. La sombra de la parcialidad judicial crea un entorno en el que las víctimas corren el riesgo de quedar atrapadas en una lucha política, sin que se haga justicia de manera real y transparente.
La gravedad de estas acusaciones debe motivar a la sociedad boliviana a exigir justicia para las víctimas y una reforma integral del sistema que permita prevenir estos crímenes en el futuro, se proteja a las menores y se desmantele cualquier red criminal de cómplice y encubridores que se aproveche de ellas, sin importar quién esté involucrado.