Hay, ciertamente, una extrema propensión a relacionar los ajustes y equilibrios en la economía, ideológicamente, con la derecha neoliberal.
Esta concepción, estrictamente dogmática y teológica, riñe con la razón y el conocimiento. Entiendo que, cuando la economía está quebrada -pues, durante mucho tiempo se gastó más de lo que se tenía-, llega el momento inexorable de hacer ajustes para alcanzar un sano equilibrio en beneficio, sobre todo, de los más pobres.
Independientemente de la postura ideológica, sea de izquierda o derecha, se debe ajustar las cuentas. No se puede seguir gastando lo que no se tiene, a costa de: acabar con los ahorros, de vender las “joyas de abuelita”, de endeudarse y acudir a los fondos de la Gestora.
Salvando las distancias, hace 40 años, en los tiempos de la Unidad Democrática y Popular (UDP), Bolivia vivió un periodo parecido. El inicio de esa gran crisis, tiene los mismos síntomas: descomunal déficit fiscal acumulado, Reservas Internacionales agotadas, enorme deuda externa y moratoria. Esa crisis también produjo, abruptamente, una incontrolable escalada de precios. Lo que primero fue una inflación de dos dígitos, de pronto, paso a tres y cinco dígitos, iniciando un pernicioso proceso hiperinflacionario. Ese año, Bolivia, alcanza el récord Guinness de inflación, con cerca del 25.000 por ciento. Obviamente, dicho sea de paso, no estamos en ese extremo, empero, estamos en camino, si los ajustes se dejan esperar.
La gran crisis económica de la UDP, acorto el mandato constitucional del primer gobierno democrático de este ciclo de casi 43 años de democracia ininterrumpida. En agosto de 1985, producto de un acuerdo parlamentario, ya que ningún candidato obtuvo el 50% más uno, asume a la presidencia Víctor Paz Estensoro, del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).
El líder y el partido, protagonistas de los grandes y radicales cambios de la revolución del 52, deben adoptar, en esa circunstancia, medidas muy contrarias a sus principios y a lo que pregona el nacionalismo revolucionario. Mas allá de su ideología, el líder y el partido, otrora grandes revolucionarios, tuvieron en 1985, una gran responsabilidad histórica, pues, en palabras del mismo Paz Estensoro, “Bolivia se moría”.
El decreto 21060, que promulgan el 29 de agosto de 1985, más allá de la influencia y de un gran plan elaborado por expertos de la Escuela de Chicago, sencillamente fue un plan de ajuste y equilibrio, basado en un principio elemental de economía: no gastar más de lo que se tiene. Eso que las familias hacen, cuando hay crisis. Los Estados, sin embargo, sobre todo los de corte populista, siempre tienden a gastar, durante mucho tiempo, lo que no tienen, hasta tocar fondo.
La economía boliviana, entre 1984 y parte de 1985, había tocado fondo. La salida de ese escenario y el inicio de una anhelada estabilización, fue el 21060. A juzgar por sus resultados, en ese momento, fue una gran medida. Logro, aunque con gran costo social, estabilizar la economía y detener la hiperinflación. Esto último, era la principal demanda de la población.
Como sostuve en anteriores columnas, la inflación afecta a todos, fundamentalmente, a los de menos ingresos. Sin embargo, la hiperinflación, condena a millones de personas a la miseria. Los esfuerzos por tener la “inflación más baja del mundo”, en un Estado en quiebra, ya no es posible. Cuidado que pasemos luego a la “inflación más alta del mundo”.
Ese Estado hipertrofiado, ya no es sostenible. Hay casi dos decenas de empresas estatales con perdidas acumuladas que se acercan a los $us 1.000 millones de dólares. No estoy sugiriendo que cierren todas. Hay empresas estatales que juegan un gran papel y que hay que preservarlas. Entre ellas, por ejemplo, Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) y Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). A estas empresas, mas bien, hay que fortalecerlas, pues la economía nacional depende altamente de su performance.
En su gran mayoría, las otras empresas, al margen de improductivas, solo dan perdidas. Fueron concebidas solo para crear empleos y cargos para la militancia y dirigentes de organizaciones sociales.
Un gobierno que se precia de izquierda, no puede ser tan irresponsable y dejar que la crisis se agudice. Los ajustes no son exclusivos de los gobiernos de derecha. Cuando los extremos exigen, los gobiernos de izquierda también tienen y deben asumir esa gran responsabilidad.
Mayor aun, es la responsabilidad, si la izquierda dice defender a las clases más desposeídas. No pueden, con el discurso socialista, volver más miserables a los pobres.
Por lo tanto, deben “desembarazarse” de sus dogmas y actuar en función de la delicada situación. Tienen la obligación de evitar una crisis de la misma magnitud que tuvimos con la UDP. Si no se adoptan medidas ahora, la deriva será fatal.