Las noticias recientes acerca de incautaciones de cocaína boliviana en España y Chile evidencian que, a pesar de los mediatizados operativos antidroga, la acción gubernamental es —por decir lo menos— ineficiente contra el narcotráfico, cuyo crecimiento se evidencia también en el incremento de otros actos criminales.
Hace menos de dos semanas, el Ministro de Gobierno informaba acerca del operativo antinarcóticos “más grande de la historia de Bolivia”, ejecutado en el municipio de Villa Tunari, “destruyendo siete laboratorios de cocaína” y 27 fábricas de esa sustancia ilícita, pero sin detenidos ni droga incautada.
Tres días después de ese triunfal anuncio, en el mismo municipio chapareño, una patrulla de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn) intervino una casa donde encontró cinco bolsas con cocaína. Tampoco hubo detenidos ni droga incautada, pero sí un policía herido de bala, pues él y sus camaradas fueron atacados por una quincena de personas “con palos, piedras y hasta con armas de fuego”, relataba el Viceministro de Sustancias Controladas.
Otros operativos de los que informan las autoridades del área dan cuenta de afectaciones “al patrimonio de los narcotraficantes” cuantificados en dólares y de cantidades de cocaína que producían las fábricas intervenidas, tanto en el Chapare como en regiones cruceñas fronterizas con Brasil, todos con similares resultados: ni detenidos ni droga.
Donde sí se halla droga boliviana es en el extranjero, en España y Chile, por ejemplo. Los dos últimos casos de este tipo son inquietantes.
En España, los agentes de Aduanas hallaron, en el aeropuerto madrileño de Barajas, 478 kilos de cocaína en la bodega de un vuelo de Boliviana de Aviación (BoA), procedente de Bolivia, eso ocurrió en febrero, según la información difundida el martes por las autoridades —españolas, por su puesto—.
Las bolivianas nada informan, quizás porque lo ignoran, sobre cómo un embarque de esa cantidad de cocaína —“empaquetada en 12 bultos en un contenedor”, como la hallaron los españoles— pudo burlar los controles, si los hubo, en el aeropuerto de Viru Viru, desde donde partió.
Un día después de conocerse esa noticia, otra proveniente de Chile daba cuenta de la incautación de unas dos toneladas de cocaína y marihuana bolivianas, internadas en camiones de alto tonelaje y de la desarticulación de la banda que traficaba esas sustancias.
En Bolivia, las bandas, que deben estar muy bien organizadas para traficar esas cantidades de droga, parecen no existir para el Ministerio de Gobierno, al menos nada informa sobre ellas.
Pero su presencia parece obvia, considerando el aumento de los crímenes —asesinatos y secuestros— vinculados con el narcotráfico.