La agenda mediática y política es, de un modo particular, densa e intensa en estos días previos a la realización del congreso nacional del partido de gobierno, que se llevara a cabo entre el 3 y 5 de octubre próximo.
Muchos sostienen que ese congreso definirá el futuro del Movimiento al Socialismo (MAS). Habrá, finalmente, señales contundentes sobre si la disputa al interior de ese partido es solo un teatro o, en verdad, va inexorablemente por el sendero de la escisión, tal como sucedió con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en la segunda mitad de la década de los 70, del siglo pasado.
Veamos, entonces, qué se juega en ese congreso. En esa instancia, tal como está estratégicamente planificado en el ala “evista”, se definirá “orgánicamente” al candidato oficial del partido azul para las elecciones generales de 2025. Tanto la convocatoria, como el número de representantes, así como las acreditaciones y el lugar, están, como un traje a medida, milimétricamente organizados para proclamar a Morales como el único candidato del MAS. Si bien, cuidaron la forma, como la anuencia del Tribunal Supremo Electoral, en el fondo está claro el objetivo. En esa prematura y destructiva carrera electoral, subyace una extrema desesperación.
Por su parte, los del ala “arcista”, hoy incrustados en el aparato estatal y manejándolo, han cuestionado la convocatoria a dicho congreso aludiendo “violaciones flagrantes” al estatuto del MAS. También han instruido a todas las organizaciones paralelas, oficialmente reconocidas por ellos, no asistir —sabotear— a dicho congreso. Como también son astutos, saben las intenciones de Morales, a quien lo consideran un “enfermo del poder” y angustiado para proclamarse como el único candidato.
La facción “arcista”, habiendo experimentado las mieles del poder —ya con síntomas de adicción— no pretende ceder ningún espacio a quienes durante 14 años usufructuaron a su gusto del poder. Para ellos, Morales y su entorno cercano ya tuvieron su oportunidad y es hora de una “saludable” renovación. Sugieren a Morales, apelando a la jerga futbolística, “colgar los cachos” y dejar el camino libre a Arce Catacora. La disputa, entonces, con riesgo de escisión, parece visceral.
Ahora bien, toda esta disputa, dicho sea de paso, se podría zanjar si ambos se someten a las elecciones internas primarias, tal como establece la nueva Ley de Organizaciones Políticas. Empero, ninguna de las dos facciones muestra predisposición y apego a los principios fundamentales de democracia interna. Tal parece que, en su cultura política, sobre todo en la de Evo Morales, no priman para nada estos principios democráticos esenciales. Descolla, más bien, un notable autoritarismo y megalomanía.
Pues bien, así como se observa ahora, la división parece inevitable. Las pugnas de interés y ambiciones de poder, se sobreponen a la ideología. Esto deja entrever que, al interior del MAS, la ideología esta plasmada, como en una obra de teatro, solo en el discurso. Ese factor, que parecía el principal elemento aglutinador, resulta siendo una falacia. El accionar político está direccionado exprofesamente por los intereses. En ese partido, entonces, se difuminó la ideología. Fue desplazada por los intereses.
En ese teatro, los dos bandos pregonan la unidad. Sin embargo, esa unidad, para ambos, es excluyente si no es con base en sus propias candidaturas.
El “proceso de cambio”, a juzgar por los resultados, fue y es solo un teatro. En el fondo del telón, están todos esos dirigentes de los movimientos sociales, una constelación de sindicatos, usufructuando y repartiéndose el poder.
Tener el control de esos movimientos sociales, a través de sus dirigentes, hoy, en Bolivia, es tener el poder. La disputa al interior del MAS, radica precisamente en el control y cooptación de esos dirigentes. Obviamente, cuando hay disidencias, el expediente es sencillo: se crean organizaciones paralelas. Ese paralelismo está presente en todas las organizaciones del Pacto de Unidad. Incluso, ahora, hay dos Pactos de Unidad.
Finalmente, en esa disputa y la inminente división, es Arce Catacora el que tiene más posibilidades y recursos de poder. Como no hay ideología, puede comprar, con espacios y recursos, a la mayor parte de esa dirigencia. Por su parte, Morales no tiene nada que repartir.
En ese horizonte, la división, en el futuro del MAS, parece inevitable.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la UMSS