Según la información proporcionada por Global Petrol Prices, al 10 de junio de 2024, Bolivia sigue teniendo los carburantes más baratos de la región, después de Venezuela, que inclusive la ubica a nivel mundial entre los 15 países con los precios más económicos de gasolina y diésel. El litro de gasolina en nuestro país está a Bs 3,74 ($us 0,542) y el litro de diésel a Bs 3, 72 ($us 0,539), cuyos precios no se mueven desde el año 2004, donde el último reajuste lo hizo el expresidente Carlos Mesa.
La subvención a los carburantes comenzó el año 1997, en el gobierno del Gral. Banzer, esta política pública ya tiene 26 años de vigencia, sustentada mas en el populismo del Gobierno en turno que en la búsqueda del desarrollo productivo nacional. La gestión pasada le costo al estado boliviano $us 1.848 millones, sin embargo, el Gobierno nacional para este 2024 sólo presupuesto en el PGE unos $us 1.429 millones, a pesar de la escasez de dólares y un mercado internacional con mucha incertidumbre.
El precio promedio a nivel mundial del litro de gasolina es de $us 1,31 y del diésel de $us 1,22, pero en nuestro país y en muchas naciones pobres tienen los precios subvencionados como política de Estado, a pesar de que los mismos compran los carburantes a precios internacionales. Están a dispuestos a asumir el costo adicional (diferencia mas la logística) y un mayor gasto publico (déficit fiscal) con tal de congelar o regular los precios de venta en sus economías. Con fines mas políticos, debido al poco impacto observado en su sector productivo e industrial, favoreciendo inclusive mas a la economía ilegal o informal.
El mismo presidente afirmo que importamos el 86% del diésel y el 56% de la gasolina que consumimos, que se estima este año llegue al monto aproximado de $us 3.500 millones entre ambos carburantes. Este elevado gasto, mas allá de factores externos que pueden elevar su costo, es principalmente producto del subsidio estatal que hace que importemos mas de lo que consumimos, al menos un 30% demás que se van principalmente a actividades ilícitas.
El gasto en la subvención no es lo peor, que representa entre un 2 a 3% del PIB y del PGE, sino los daños colaterales que genera esta política. Son casi 30 años que vivimos en una fantasía económica, con una inflación subestimada y unos precios de mercado totalmente degenerados que nos mal acostumbraron a tener carburantes baratos, pero sin desarrollo ni económico ni social en Bolivia.
Esta coyuntura, con escasez de dólares y un tipo de cambio paralelo elevado, nos enseña que nada es para siempre, y que la subvención de carburantes es cada vez menos sostenible, y que al menos necesita un reajuste y un sinceramiento de precios. ¿Es el momento hacerlo ahora? Tal vez no, estamos con serios problemas fiscales, una presión inflacionaria creciente, conflictos sociales al orden del día y poca gobernabilidad para asumir una medida de semejante magnitud. Nadie aceptara por ahora, que además de escasear carburantes en los surtidores, estén todavía de yapa más caros. Pero más temprano que tarde lo tendremos que hacer, con sacrificios necesarios sin duda.
Finalizando, aquí los principales ganadores de todo esto son las actividades ilegales e informales del país, tales como el narcotráfico, la minería ilegal, los contrabandistas, los autos “chutos” y cualquier persona o empresa que use estos carburantes subvencionados baratos, que hace que su uso en cualquier negocio sea atractivo y rentable. Pero el mismo sigue y al parecer seguirá vigente por la falta de voluntad política para “sincerarla” y por un beneficio bajo la mesa que no se ve, pero se conoce.