Los resultados de mi estudio “Cuba, ¡no hay Derecho!” disponible en Amazon gracias a la Fundación para los Derechos Humanos de Cuba, han sido presentados en sucesivas mesas de diálogo en profundidad a lo largo de las últimas semanas en distintos lugares del país. Tal actividad ha provocado efectos similares: asombro, incredulidad, indignación y solidaridad con el pueblo cubano. No es para menos, pues no es lo mismo saber que “Cuba es una isla prisión” y tomar conocimiento de que en una extensión de apenas 109.886.19 km2, con una población estimada al 2021 de 11.333.483 Hab., el ejercicio de derechos como a la expresión, información, asociación, reunión, manifestación, prestar dinero, pescar, comer carne vacuna y otros es delito, o que existen al menos 200 cárceles, 100.000 presos comunes, más de 11.000 sin sentencia, 1.113 presos políticos de los cuales 30 son niños y más de 60 mujeres, sometidos todos a torturas y tratos crueles con absoluta impunidad, con jueces y fiscales subordinados al poder, y sin abogados independientes dado que todos son empleados de ese mismo poder.
Tampoco es igual saber que “en Cuba la gente está muriendo de hambre” y tomar conocimiento de que el peso cubano equivale a $US0,0029, con salarios que oscilan entre $US6 y 20 cuando la canasta básica mensual llega a $US243, que las bodegas de reparto de alimentos por tarjeta de abastecimiento están vacías y de vez en cuando las personas pueden recoger una pata de pollo por cada una, importadas por el régimen de granjas de Kentucky; allí donde no existe atisbo de un sistema de salud pública, la educación se hundió en la decadencia, los edificios se derrumban sobre la gente que carece de servicios básicos, con un poder inmoral que recauda, sin aliviar la situación miserable de sus habitantes, un promedio de $US12.000 millones por el trabajo forzado de sus profesionales en el extranjero, $US4.000 millones de las remesas de quienes huyeron para trabajar especialmente en EE.UU y $US2.000 millones por servicios turísticos casi en quiebra por el deterioro económico productivo que determina que hasta el azúcar, las frutas y hortalizas destinadas a los hoteles administrados por el complejo militar familiar GAESA deban ser importadas.
Cuadro dantesco que descubre la perversa relación entre la opresión y la miseria general, haciendo patente que para oprimir hay que depauperar y viceversa, propiciando el escenario para que una cúpula angurrienta de riqueza y de poder que se llena la boca gritando su convicción de lucha redentora de los pobres, se apropie de cuanta riqueza exista, lícita e ilícita, pisando a fondo el acelerador para avanzar en su expansión imperial sobre otros países, como ya lo hizo con Venezuela y Nicaragua, ocupándolos físicamente con sus agentes, extranjeros y locales, para usurpar la institucionalidad pública y liquidar la soberanía de los estados desembozada y cínicamente, con la entusiasta complicidad de sus aliados internos.
El desarrollo de tal ocupación debe ser identificado, denunciado, contenido y repelido por los demócratas del mundo bajo la premisa de que a la libertad hay que defenderla porque no se defiende sola, como lo demuestra que la caída del bloque socialista a principios de los años noventa no haya implicado la consolidación democrática liberal en el mundo, por el contrario y para mal de nuestros pesares, a tres décadas del derrumbe soviético, se patentiza el deterioro de los valores y cualidades democráticas, sobre la base del cual la embestida totalitaria ha tomado impulso renovado.
Lo dije y lo repito: la dictadura cubana es la madre del cordero, es el muro de Berlín de América a ser derribado, pronto. Es el corazón de “La galaxia rosa”, aludiendo al libro de Sebastián Grundberger, publicado con el auspicio de la Fundación Konrad Adenauer este 2024, cuyo contenido devela cómo las diversas constelaciones de esta galaxia -el Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla, la Internacional Progresista, la Clacso y otras, y sus aliados internacionales -el bloque antioccidental encabezado por Rusia, China, Irán y Corea del Norte- “apoyan la deriva hacia el populismo iliberal de izquierda de otras naciones y promueven acciones para debilitar a los sistemas electorales, el Estado de derecho y los derechos fundamentales de los ciudadanos”, en palabras de Miguel Angel Rodríguez, expresidente de Costa Rica, el prologuista.
Insisto en la convocatoria a los políticos demócratas para que incorporen en su visión y discurso la cuestión cubana y atiendan al tablero completo del conflicto entre democracia y totalitarismo que caracteriza a nuestro mundo hoy. Lo hago apropiando las palabras de cierre del prólogo de “La galaxia rosa”: “Es hora de despertar del encantamiento y de parar el despotismo, las violaciones a la vida, a la libertad y a muchos de los derechos humanos, el empobrecimiento y la pérdida de hogares y patria que las acciones de la galaxia rosa han causado a tantos latinoamericanos”. Estamos a tiempo. Hagámoslo.