Cerca del 6 de agosto, más allá del homenaje a esos falsos héroes y falsos patriotas que la historia oficial vanagloria como los artífices del nacimiento de esta singular República, es imprescindible una rigurosa evaluación de lo que han hecho con Bolivia en estos 199 años.
Previamente, sin embargo, debo explicar porque señalo “falsos héroes y falsos patriotas”. Son falsos, porque usaron, como pretexto, la independencia y la fundación de la República solo para apropiarse de la riqueza y el excedente que se enviaba a la corona. En esencia, ese fue el motivo de la rebelión criolla. Observen ustedes, fundaron la República excluyendo a más del 80% de la población de todos sus derechos, sin modificar, en absoluto, la estructura de dominación colonial. Nunca, en sus planes, estuvo la posibilidad, en todo el sentido de la palabra, de fundar una República; la idea era solo apropiarse del excedente. Desde ahí nace herida, y con malformaciones congénitas, nuestra República. Ese “Estado aparente” -denominado así, por Zabaleta Mercado- fue creado solo para el servicio de los criollos, en detrimento de las grandes mayorías indígenas originarias. Ese Estado, exclusivo de la elite criolla, tendrá vigencia 127 largos años, hasta la revolución del 52.
Pues bien, aclarada mi polémica afirmación sobre la esencia de nuestros “mártires”, corresponde ahora enfatizar que, cuando menciono “evaluar lo que han hecho con Bolivia”, hago alusión a los gobernantes. A los responsables de la conducción, el destino y el futuro de todos los países. Entonces, nuestro estado de situación actual es de exclusiva responsabilidad de los gobernantes. En ningún caso de su gente, ni de su composición, como pretender atribuir otros, al influjo de dogmas señoriales.
Evaluemos, a continuación, que tipo de gobernantes hemos tenido.
Si bien esta hermosa tierra ha sido extraordinariamente bendecida con riquezas y recursos naturales, el infortunio se ensañó con Bolivia. Hemos tenido, y tenemos, los peores gobernantes del planeta, sean de izquierda o derecha, dotados además de una proverbial estupidez. Por ello, nuestra historia es catastrófica. Cuatro palabras pueden resumir esta desgracia: odio, saqueo, corrupción y despilfarro.
El odio entre blancos e indios, recurrente en nuestra historia, se replica sin cambios sustanciales en la República. La élite criolla que toma el Estado mantendrá el mismo estilo de dominación colonial, signada por el odio y desprecio al indio. Ese odio, excluyente y segregador, se exacerbó con la llegada de Evo Morales al poder. Éste, carente de visión y sabiduría, con mucho resentimiento, impondrá el mismo odio, pero al revés, agravando más la división y el clivaje. En vez de unir, atizó el antagonismo entre las “dos Bolivias”, expresadas ahora en la tricolor y la wiphala. Quiero advertir acá, que si no superamos este clivaje no tendremos futuro. Para “reiniciar” nuestra historia debemos aceptarnos como somos. Solo de ese modo, entre indios, mestizos y blancos, sin odios, podremos forjar la nueva patria.
Si hablamos de saqueo, la historia no cambia con la independencia. En la colonia y en los primeros años de la República, fue la plata. Luego vino la goma, el estaño y el gas. Ojalá que con el litio no se repita la historia. Vean cuanto de riqueza se nos fue arrebatada. Si cuantificamos, monetizando estos recursos naturales y los beneficios que hubieran significado para el país, vendiéndolos con valor agregado, estuviéramos hablando de uno de los países más ricos del mundo.
Así mismo, la corrupción, como una maldición, ha estado presente en estos 199 años. Desde el nacimiento, nuestros gobernantes se convirtieron en viles depredadores fiscales. De vocación cleptócrata, administrando el aparato estatal, solo se han ocupado de acumular fortunas. Roban sin escrúpulos en todo lo que compran. No solo han instituido la corrupción, también en el denominado proceso de cambio la han legitimado. La voraz élite cleptocrática azul, administrando los recursos fiscales y el excedente económico, ha forjado enormes fortunas. Desde la burocracia estatal tienen un fenomenal mecanismo de acumulación, en la concepción de megaobras, proyectos, licitaciones, adjudicación y firma de contratos, adelantos de planillas y pagos finales.
Esos oprobiosos gobernantes también son expertos en despilfarro. Nunca supieron utilizar adecuadamente el excedente económico de los ciclos de bonanza. Por razones de espacio, me referiré al último. En el periodo 2006-2014, por citar una cifra conservadora, la oligarquía masista habría administrado cerca de 100.000 millones de dólares. Si nos preguntamos ahora, en estos momentos de crisis, que hicieron con esa plata, la respuesta es abrumadora. Primó el gasto en la agenda política y la agenda electoral de cara a la reelección permanente sin mirar el futuro. Sin criterios de racionalidad económica, dilapidaron el excedente.
Solo la educación podrá librarnos de estos gobernantes estúpidos, que tanto daño han hecho a esta maravillosa tierra y a su gente. Siento que no hay nada para celebrar este seis de agosto.
¿Como es posible explicar la situación de un país tan rico en recursos naturales y materias primas, pero, al mismo tiempo, tan pobre?