La historia de Bolivia está llena de momentos duros en los que se abrieron heridas que aún no cicatrizan. Las masacres ocurridas en febrero y octubre de 2003, durante el gobierno del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada, perduran en la memoria colectiva porque marcaron un antes y un después en la sociedad misma.
Hace 20 años, luego de la masacre de febrero que dejó muertos y heridos, principalmente, en la ciudad de La Paz, líderes políticos de ese entonces, representantes de organizaciones no gubernamentales, directores de medios de comunicación y otros sectores plantearon a Goni convocar a una Asamblea Constituyente para encarar de manera estructural la crisis política.
La respuesta del presidente y su entorno palaciego fue un rotundo rechazo. Meses más tarde, en octubre de 2003, se produjo otra masacre aún más sangrienta, con epicentro en la ciudad de El Alto, que se saldó con decenas de muertos y centenares de heridos, la renuncia de Sánchez de Lozada, su huida a Estados Unidos y el fin del ciclo neoliberal.
¿Hubiera ocurrido la masacre de octubre si el dos veces presidente convocaba a la reforma de la Constitución vía Asamblea Constituyente para incluir a los discriminados de siempre? Probablemente no, aunque el proceso de acumulación social en contra del sistema político que expropió la voz de la mayoría del país estaba en auge.
Veinte años después, en una ironía política, quien se opuso a la reforma constitucional en 2003 propone este 2023 debatir La Constitución de Todos, un texto con avances y retrocesos cuyo objetivo es instaurar un sistema de gobierno parlamentarista para acabar con el populismo autoritario que también expropió la voluntad colectiva en las casi dos últimas décadas.
No lo dice explícitamente, pero su propuesta supone la convocatoria a la elección de asambleístas constituyentes que debatan ideas, contrasten argumentos y redacten nuevas reglas de juego para los bolivianos. Quien sí ha sido explícito en este tema fue Evo Morales, para encaminar la “segunda revolución democrática y cultural”.
Samuel Doria Medina, uno de los pocos líderes políticos que comentó el planteamiento de Goni, afirmó: “Busca que se mencione esta idea (La Constitución de Todos) en la última página de su biografía”. Luego, Mauricio Balcázar, yerno y vocero del exmandatario, reveló al programa No Mentirás que Doria Medina se habría reunido con Sánchez de Lozada en Estados Unidos.
Más allá de la polémica por la reunión entre ambos, lo señalado por el dirigente de Unidad Nacional da cuenta de que el último gran hecho político de Goni, en el ocaso de su existencia, puede ser la propuesta de una nueva Constitución para reorientar el debate nacional hacia temas de fondo e intentar superar la incertidumbre que envolvió al país.
¿Habrá vivido Sánchez de Lozada estos 20 años con el remordimiento de no haber llamado a una Asamblea Constituyente? Tal vez Doria Medina y otros políticos bolivianos que lo visitaron hayan advertido señales en esa dirección y, por eso, la referencia de que sería uno de los últimos gestos políticos del expresidente de 93 años que tuvo en sus manos la posibilidad de construir un nuevo pacto social en Bolivia y no lo hizo.
Lo concreto es que la propuesta de reforma constitucional está sobre la mesa del debate, pese a la apatía con la que fue recibida por sectores políticos. Es improbable que el propio Sánchez de Lozada sea quien la promueva o la defienda frente a los contraargumentos.
Da la impresión de que es la manera en que Goni ha comenzado a despedirse después de dos presidencias (1993-1997 y 2002-2003) y de haber protagonizado un período intenso con el denominado proceso de capitalización de las empresas públicas, la participación popular y la reforma educativa, entre otras medidas de corte liberal.
Es absolutamente cierto que Sánchez de Lozada tiene que rendir cuentas en el país por las masacres, pero también es verdad que el pedido de extradición, presentado a principios del régimen de Evo Morales, fue mal planteado y hasta mal traducido. El actual canciller, exabogado de los familiares de las víctimas de octubre negro, podría corroborarlo.
No se sabe si algún político o una organización partidaria asumirá los planteamientos de Goni para convertirlos en banderas electorales. Lo que conocemos ahora es que ha decidido saldar cuentas con la historia boliviana con una iniciativa que lo coloque en un escenario propositivo, enfrente la polarización en la sociedad y eventualmente dé paso a un Estado diferente, luego del bicentenario de la Independencia.