Tottenham Hotspur no decepcionó a su afición. En el partido que ningún aficionado Spurs quería ganar, el Manchester City se impuso, con un doblete de Erling Haaland tras 51 minutos de tensión y un paradón de Stefan Ortega a Heung-min Sone en los minutos finales 0-2; y la cuarta Premier League seguida para los de Pep Guardiola está a un triunfo de distancia.
Pocas veces, por no decir ninguna, un aficionado del Tottenham celebraría un gol en contra de su equipo, pero eso es lo que ocurrió ayer en el norte de Londres. Cuando Haaland desabrochó el 0-0 en la segunda parte (6’ ST), la tensión del estadio se diluyó, tanto la de la afición del City, que veía la liga alejarse, como la del Tottenham, que no quería ayudar ni un ápice al máximo rival, el Arsenal, que confiaba en un milagro para llegar con muchas más opciones de ganar la Premier este domingo.
El último aliento de esperanza del Arsenal, de quien no apagara el televisor con el tanto de Haaland, se marchó en ese disparo del surcoreano, al que siguió un penalti sobre Doku que convirtió Halaand (46’ ST) para sellar una derrota dulce para la afición del Tottenham y acerca al City a la corona.
Mas allá de su impacto mediático, el caso Pelicot —cuyo juicio concluyó ayer en Aviñón, Francia, con sentencias de prisión para los 51 condenados por violación a la esposa de uno de ellos— motiva reflexiones acerca de este tipo de sucesos y la manera como la sociedad los percibe.
La presidencia no es una responsabilidad para aprender en el cargo. Es decir, para conducir un país se requiere de formación y experiencia. Caso contrario corremos el riesgo de improvisar y equivocarnos.
Más aun, los candidatos no deben presentar solo lo que prometen hacer en el futuro, sino lo que han hecho antes: qué formación profesional, qué experiencia de gobierno, qué pruebas de integridad moral, qué apego a la democracia y qué apego a la institucionalidad han defendido.
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Más aun, los candidatos no deben presentar solo lo que prometen hacer en el futuro, sino lo que han hecho antes: qué formación profesional, qué experiencia de gobierno, qué pruebas de integridad moral, qué apego a la democracia y qué apego a la institucionalidad han defendido.
CARLOS DERPIC SALAZAR
El título de esta columna no hace alusión a los hermosos bailecitos del folklore boliviano, sino a la espantosa y demagógica práctica en que el MAS sumió a Bolivia con la engañifa de “democratizar la justicia” que, tuvo, el pasado domingo 15 de diciembre, su tercera versión.
El título de esta columna no hace alusión a los hermosos bailecitos del folklore boliviano, sino a la espantosa y demagógica práctica en que el MAS sumió a Bolivia con la engañifa de “democratizar la justicia” que, tuvo, el pasado domingo 15 de diciembre, su tercera versión.
Hace algunos días, los bolivianos asistimos a elegir una vez más a las máximas autoridades de las cuatro instituciones del Órgano Judicial, que ejercerán sus cargos por seis años. Y lo hicimos obligados por el mandato de la Constitución, bajo amenaza de sanciones pecuniarias y ante el riesgo de vernos impedidos de ejercer derechos ciudadanos que nada tienen que ver con este proceso.
Hace algunos días, los bolivianos asistimos a elegir una vez más a las máximas autoridades de las cuatro instituciones del Órgano Judicial, que ejercerán sus cargos por seis años. Y lo hicimos obligados por el mandato de la Constitución, bajo amenaza de sanciones pecuniarias y ante el riesgo de vernos impedidos de ejercer derechos ciudadanos que nada tienen que ver con este proceso.
CARLOS DERPIC SALAZAR
El título de esta columna no hace alusión a los hermosos bailecitos del folklore boliviano, sino a la espantosa y demagógica práctica en que el MAS sumió a Bolivia con la engañifa de “democratizar la justicia” que, tuvo, el pasado domingo 15 de diciembre, su tercera versión.
El título de esta columna no hace alusión a los hermosos bailecitos del folklore boliviano, sino a la espantosa y demagógica práctica en que el MAS sumió a Bolivia con la engañifa de “democratizar la justicia” que, tuvo, el pasado domingo 15 de diciembre, su tercera versión.