"Los Juegos son una vez cada siglo", ironiza el presidente francés, Emmanuel Macron, para mostrar a sus todavía poco entusiastas compatriotas que están ante la oportunidad única de vivir en su ciudad un evento planetario.
Mañana miércoles se llega a la simbólica marca de los cien días para el inicio de la competición, y los organizadores aseguran que el proyecto avanza según el plan previsto, las infraestructuras están a punto y la venta de entradas va viento en popa.
Solo la seguridad genera alguna inquietud, pero los organizadores y el Gobierno se muestran confiados y sostienen que se están tomando todas las precauciones.
París 2024, que será la tercera aventura olímpica de la capital francesa, presume de que dejará en la ciudad un gran legado, superior al que quedó de sus antecesoras.
De los Juegos de 1900, los segundos de la Olimpiada moderna, no queda ningún vestigio, porque aquella iniciativa liderada por el barón Pierre de Coubertin quedó sumergida dentro de la Exposición Universal que ese mismo año se celebró en París.
Pero 24 años más tarde la ciudad repitió, esta vez con más protagonismo, y un siglo más tarde, quedan en pie algunas muestras de esa herencia.
El principal de ellos es el estadio de Colombes, que fue el centro neurálgico de aquellos Juegos y que en 2024 albergará las pruebas de hockey, ya rebautizado como Yves du Manoir.
Levantado en 1883 como un hipódromo, fue transformado en 1907 y desde 1920 fue la sede de un equipo de rugby, antes de transformarse en estadio olímpico en 1924, con sus flamantes 45.000 plazas, 20.000 de ellas sentadas, una moderna iluminación eléctrica, grandes vestuarios con agua caliente e incluso una sala de prensa.
Durante años, fue el más impresionante estadio del país, sede de las selecciones de fútbol y rugby, hasta que el Parque de los Príncipes y, posteriormente, el Estadio de Francia, le fueron robando protagonismo.
Junto a él, los organizadores tuvieron la genial idea de levantar una ciudad para los atletas, que se convirtió en la primera villa olímpica de la historia, construida en madera y de la que no queda rastro.
Si el estadio olímpico estaba fuera de la ciudad, el centro acuático encontró emplazamiento intramuros. En el distrito 20, al este de la ciudad, se levantó la primera piscina de 50 metros con calles separadas, Tourelles, con capacidad para 1.500 espectadores.
Los Juegos de Tarzán
Bautizada actualmente como Georges Vallerey, en memoria de un célebre nadador, mantiene algunos elementos originales y los seis aros olímpicos en su fachada en memoria de su pasado.
En sus aguas ganó cuatro medallas de oro el estadounidense Johnny Weissmuller, que unos años más tarde multiplicaría su celebridad en el cine al encarnar en doce ocasiones el papel de Tarzán.
Algo más al sur, entre la frondosa vegetación del bosque de Vincennes, rebautizado como Jacques Anquetil, emerge un velódromo que todavía muchos conocen como La Cipale, que es el que se le dio durante su construcción en 1984 y el que tenía cuando fue olímpico 40 años más tarde.
Conserva sus gradas con estructura de hierro estilo Eiffel, protegidas por su valor histórico, aunque la pista fue objeto de una profunda renovación en 2012.
No lejos de Roland Garros, el actual hipódromo de Auteuil renació para los Juegos de 1924, tras el abandono en el que quedó durante la Primera Guerra Mundial. Sus tribunas actuales fueron levantadas para ese evento y se construyeron nuevas pistas de carreras para albergar todas las pruebas ecuestres.
Pintoresco, resiste al paso del tiempo el frontón Le Trinquet, en el distrito 16, a orillas del Sena, que albergó la pelota vasca, que en aquellos Juegos fue deporte de exhibición para su primera incursión en el programa olímpico, con solo dos equipos, Francia y España.
Ese deporte volvería al programa en México 68 y en Barcelona 92. El Trinquet es ahora un restaurante de inspiración vasca.
Aunque sin rastros físicos, otras instalaciones han quedado en la memoria, como el Velódromo de Invierno, que acogió el boxeo, la lucha y la halterofilia, pero que se recuerda más por haber servido durante la Segunda Guerra Mundial como centro de detención de judíos antes de ser enviados a los campos de concentración.
El estadio Pershing, construido conjuntamente por Francia y Estados Unidos para albergar unos Juegos Interaliados tras la Primera Guerra Mundial, albergó la competición de fútbol.
Ahora se mantiene como una pradera de juegos en el Bosque de Vincennes, mientras que los embarcaderos sobre el Sena de Argenteuil y Meudon sirvieron, respectivamente, para el remo y la vela.