El universo onírico y reflexivo del afamado realizador hongkonés Wong Kar-wai está de vuelta: ha estrenado en China 'Bloosoms Shanghái', una serie de televisión que ha desatado pasiones y la nostalgia entre sus fieles en el país asiático.
La obra, de 31 capítulos, transporta a la audiencia al Shanghái de las décadas de 1960 y 1990 para narrar el controvertido ascenso de un joven empresario a la par que el de una ciudad que se desarrollaría a un ritmo vertiginoso después de abrirse al mundo.
Wong, que adapta una novela del galardonado Jin Yucheng, vuelve en realidad a su Shanghái natal: allí nació en 1958 antes de emigrar a los cinco años a la entonces británica Hong Kong, que se convertiría en el escenario más representativo de su cine y protagonista de títulos de culto como 'Chungking Express' o 'Deseando Amar'.
Fiel a su libreto, su Shanghái es bullicioso, nostálgico e ilustra restaurantes, hombres de negocios, mujeres misteriosas, reuniones familiares y tiendas de exportación para hilar una historia que, según el propio director, "carece de una trama coherente".
Con aires que recuerdan a las luchas de poder de 'Succession', la serie se emitió en China entre el 27 de diciembre y el 9 de enero, dos semanas en las que se situó como la producción audiovisual más reproducida de la jornada en las plataformas chinas.
Lo nuevo de Wong, que no publicaba material nuevo desde hacía una década y ha tardado tres años en rodar, ha logrado en la plataforma local Douban, similar a IMDB, una puntuación media de 8,3 sobre 10, y su popularidad ha superado los 31.000 puntos, convirtiéndola en el primer gran éxito audiovisual de 2024 en el gigante asiático.
Y la etiqueta #BlossomsShanghai acumula en la red social Weibo, equivalente a X, 330 millones de visualizaciones.
Analizada al milímetro
El debut de Wong en televisión no hubiera sido posible sin el apoyo de Tencent Video, que apostó por una obra que, aunque ha cosechado elogios, también ha provocado indigestiones: hay internautas que la califican de "extremadamente lenta", de "confusa" o directamente de "infumable" por sus "diálogos interminables".
Sí hay unanimidad a la hora de alabar su característico lenguaje visual, con el que Wong presenta una ciudad vibrante y tumultuosa pero enigmática, aún por hacer. "Quería invitar al público a sumergirse en una intriga dentro una época emocionante", explica el realizador en declaraciones recogidas por China Daily.
"En la superficie, la historia se centra en temas como la gastronomía, las relaciones, el honor, las traiciones, pero por debajo está cómo era esa ciudad", relata.
Y es que aunque siempre se le relacionará con Hong Kong, Wong rememora que desde niño iba y venía constantemente a Shanghái, donde aún viven sus dos hermanos: "Tengo más de 20 primos que son básicamente de la misma generación que los personajes de 'Blossoms Shanghái'. Tenía mucha, mucha curiosidad por esa época".
Otro detalle es que la serie ofrece dos versiones, una en mandarín y otra en dialecto shanghainés para transmitir la autenticidad y el encanto que aporta a la historia el lenguaje local, que en las últimas décadas se ha visto cada vez más relegado en favor del mandarín, la lengua nacional.
Nostalgia noventera
En Internet se han analizado minuciosamente la fotografía, el vestuario y, por su puesto, la música elegida: si en 'Chunking Express' recuperaba el 'California Dreamin'' de The Mamas & the Papas y en 'Happy Together' la canción homónima de The Turtles, en esta ocasión la apuesta es 'Stealing Heart', un clásico del cantante melódico hongkonés Jacky Cheung que ha liderado en el último mes las listas de las canciones más escuchadas en las plataformas chinas.
Pero lo que más devoción ha despertado la serie son sus localizaciones, ya que el realizador reproduce algunos de los lugares más emblemáticos del Shanghái de los noventa, como la extravagante Huanghe Road, donde van los empresarios a almorzar o a picar algo a altas horas de la madrugada.
La fiebre por la serie ha provocado que en las últimas semanas turistas y residentes acudieran en masa a la zona para hacerse selfis y comer en los restaurantes que aparecen -muchos de comida hongkonesa, que se popularizó en Shanghái en esa época- hasta el punto de que la Policía se vio obligada a despachar agentes a la zona para controlar las aglomeraciones.
Y entre el 'boom' de estos tours, los hoteles, como el Fairmont Peace, que ha pasado de costar 80 dólares por pasar la noche en una de sus suites a los 2.300 y que ha colgado el cartel de "no hay billetes" para las vacaciones por el Año Nuevo Chino o el Día de San Valentín.