Treinta y dos años después de su debut en unos Juegos, los de Barcelona 92, en los que ganó como nadadora seis medallas, la británica Sarah Storey, reconvertida en ciclista desde hace dieciséis, volvió a demostrar en París el idilio que mantiene con el podio agrandando su leyenda con un nuevo metal más convertida en una referencia del movimiento paralímpico.
"Icono del deporte". Así es como describen desde el Comité Paralímpico Internacional a Sarah Storey (nacida Sarah Bailey en Manchester, 1977), que, a sus 46 años, sigue estando al máximo nivel demostrando el pundonor, sacrificio y espíritu de superación que posee, ya que nació con el brazo izquierdo poco desarrollado al quedar atrapado por el cordón umbilical en el útero y esa malformación la hizo sufrir 'bullying' y comentarios ofensivos de otros niños.
Esa situación le hizo sufrir un trastorno alimenticio que la mantuvo muy delgada para preocupación de sus padres, que también veían como a su hija la gustaba la natación como para competir aunque sus resultados se veían mermados por esa carencia de peso. Con la ayuda de un doctor comenzó una recuperación y el talento innato que demostró como deportista la llevó a los Juegos Paralímpicos de Barcelona.
En París, la británica vive sus novenos Juegos Paralímpicos tras aquel lejano debut con solo catorce años en la ciudad catalana, donde asombró al mundo con seis medallas (dos oros, tres platas y un bronce). Compitió en natación hasta 2004, pero una infección de oído que le impidió nadar varios meses le hizo replantearse el futuro.
Decidió pasarse al ciclismo, modalidad en la que ya participó en Pekín 2008 y que conoce bien por su marido, Barney Storey, que compitió como piloto para ciclistas de pista con discapacidad visual ganando tres medallas de oro paralímpicas durante su carrera.
Su intención era terminar su carrera deportiva al más alto nivel en Tokio 2020, pero una petición de su hijo, Charlie, nacido en 2017, le hizo cambiar de planes.
"Charlie me dijo después de Tokio que quería verme en los Juegos. Ya le dije que vale aunque los Juegos son una montaña rusa. Tener ese apoyo fue una gran motivación. Aún así, obviamente no habría dicho que sí si no pensara que mi cuerpo y mi mente estaban a la altura, porque hay una gran cantidad de trabajo que se necesita para llegar hasta aquí", confiesa Sarah, que también tiene una hija, Louisa, de once años.
"Como atleta mayor, trabajar y preparar el siguiente paso en mi vida es parte del panorama general. Estoy superando los límites y no hay muchos atletas que compitan con más de 45 años y, sobre todo, tratando de volver a lo más alto del podio. Estoy impulsando esa sensación de nuevo. Un poco como lo hice cuando volví después de tener hijos", declara.
Tras su llegada a la capital francesa dijo que los resultados marcarían los pasos a seguir después. "Yo quiero estar a todo gas hasta el final y cuando no se pueda habrá que tomar otras decisiones".
La realidad es que Sarah Storey sigue teniendo algo especial. En la contrarreloj en ruta de 14,1 kilómetros, con salida y llegada en Clichy-sous-Bois, municipio a quince kilómetros al este de París, con 30.000 habitantes, la británica demostró que sigue siendo la número uno. Ganó con superioridad, aventajando en 4.69 segundos a la francesa Heidi Gaugain, que se llevó la plata, y 38.33 a la australiana Alana Forster, bronce.
Este nuevo oro se une a la amplia colección de medallas que tiene en Juegos Paralímpicos y que alcanza las 29 repartidas en 16 de natación, ocho en ciclismo de ruta y cinco en pista.
Desde los Juegos de Tokio 2020 es la deportista paralímpica más condecorada de Gran Bretaña por medallas y desde este año en Tokio ha superado las ocho participaciones que tenía su compatriota Deanna Coates, que, entre 1984 y 2012, estuvo en ocho Juegos como tiradora.
Su leyenda se agiganta aún más en la ciudad francesa al convertirse en la única deportista de cualquier disciplina en haber ganado una medalla en las nueve ediciones de los Juegos Paralímpicos desde Barcelona 1992 hasta París 2024.
La huella que está dejando Sarah Storey es enorme y en Gran Bretaña su nombre es una referencia. En 2008 fue galardonada con un premio Laureus y nombrada Oficial de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, en 2012 Dama en la lista de Honores de Año Nuevo de la Reina, en 2015 un tramo de carretera en Stockport pasó a llamarse Storey's Way, fue nombrada deportista paralímpica de la década 2010-2019 por el Daily Telegraph y en 2020 fue nombrada Deportista Paralímpica del año por The Sunday Times.
Todos esos reconocimientos le sirven para ir dejando un legado de inspiración, algo que le preocupa. “El legado deportivo es muy importante para garantizar que los niños pequeños puedan ver a quiénes pueden admirar y cómo pueden ingresar a los clubes y desde las bases del deporte".
"La parte del legado que realmente es desafiante es para la sociedad, la accesibilidad y las personas con discapacidad. Para ver cómo pueden acceder a su mejor rendimiento en cualquier parte de la vida en la que existan. Tanto si se trata de un puesto de trabajo, como del acceso a los edificios o al transporte público. En el Reino Unido nos enfrentamos a grandes dificultades y ese es el reto para cualquier ciudad", destaca.
La voz de Sarah Storey es influyente dentro del movimiento paralímpico y por eso cada paso que da y cada vez que alza la voz es escuchada. Es una ferviente defensora de la igualdad y la inclusión, dos aspectos que hacen mejor a una sociedad y a los que ella siempre ha tratado de contribuir con su granito de arena. Una leyenda.