El escritor mexicano Amaury Colmenares irrumpe en la escena literaria con su reciente novela “Acequia”, una obra que se distingue tanto por su originalidad como por su agudo sentido del humor. La novela se centra en una singular editorial que publica a autores cuyos nombres se asemejan a los de escritores célebres, como Juan Rulfo Hernández o J. L. P. Borges. A partir de esta premisa, Colmenares construye un entramado narrativo en el que confluyen múltiples historias, reflexiones y referencias a la mitología de Cuernavaca, también conocida como la “ciudad de la eterna primavera”.
Esta propuesta ha sido reconocida con el primer Premio Hispanoamericano de Narrativa Las Yubartas, un prestigioso galardón auspiciado por la Feria del Libro Ciudad de Nueva York y una colaboración de diez editoriales independientes de América y Europa, entre ellas Dum Dum de Bolivia. Precisamente, ésta última será la editorial encargada de lanzar “acequia” en la Feria Internacional del Libro de Cochabamba (FILC).
La estructura de la novela es muy fragmentaria, salta de una escena narrativa a un comentario, etc. ¿cómo se le ocurrió esa estructura?
Mi añoranza formal era lograr una obra en apariencia fragmentaria pero que en su lectura lograra un sentido claro sin mayor esfuerzo que el de la lectura. Algo así como el tarot, un rompecabezas, un caleidoscopio o un laberinto, que son artilugios simbólicos que desde niño me han gustado y que se resuelven a sí mismos conforme uno los aprecia con ánimo abierto. Además, es una interpretación literaria de las ciudades, de la experiencia no sólo de pasear y apreciar las particularidades, sino de habitarlas el tiempo suficiente y con la curiosidad y atención suficientes como para ir descubriendo que todo está conectado, que toda la ciudad está viva y cuenta una misma historia de la que formamos parte.
Julieta Lucía Pensamiento Borges, el despacho de abogados… hay un montón de personajes estrafalarios que motivan a la risa y también sirven para consolidar un argumento complejo a través de la sátira. ¿Algún personaje o situación le sirvió de punto de partida?
Precisamente fue Lucía el primer personaje con el que me encontré: huí de la redacción del periódico donde trabajaba para ir a comprar dulces al supermercado y me encontré con una mujer cautivadora y enigmática, una de esas personas con un aura excepcional, y me dio mucha curiosidad saber a dónde se dirigía, ¿a la clínica privada? No parecía enferma. ¿Al supermercado? No tenía pinta de hacer algo tan mundano. ¿A la agencia de automóviles? Se siguió de largo. Finalmente, entró en uno de los despachos de abogados más elegantes de aquella calle, la más próspera y rica de la ciudad. ¿Qué asunto la llevaba ahí? A partir de ella y de su historia (que empezó a fraguarse en mi mente a partir de mis suposiciones), se fue desarrollando en mis notas (porque tomo muchas notas en todo momento, cargo un cuaderno y una pluma en el bolsillo) la novela, compuesta de decenas de otras líneas que fueron apareciendo así, como por casualidad, de hechos o detalles que me inducían elucubraciones creativas.
En la novela defiende el humor como arma fundamental de la literatura. ¿Qué libros han sido influyentes para usted en ese aspecto? ¿De qué autores se siente acompañado?
Más que arma fundamental de la literatura, considero que el humor es una manifestación del fundamento literario, lo mismo que la poesía, la magia y la mentira. Es un asunto que me obsesionó durante años. No creo que haya arte sin humor, magia sin poesía ni mentiras sin arte. No que sean la misma cosa, pero se alimentan de un aspecto primigenio de la humanidad, que acaso tenga que ver también con la consciencia del tiempo y de que los resultados de nuestras acciones pueden ser calculados pero también pueden salir absurdamente mal.
¿Qué lo animó a presentarse al Premio Hispanoamericano de Narrativa Las Yubartas?
Desde joven me ha inquietado mucho la paradoja de la globalización. En muchos aspectos de la vida social, las multinacionales y los grandes emporios generan problemas relacionados con la asfixia a las pequeñas empresas y a las economías locales. En el ámbito literario, estas grandes empresas suelen apostar por la estrategia mercadotécnica en vez de hacer lo que antes hacían las editoriales que han absorbido: buscar y promover obras trascendentales, que sean relevantes para la cultura, que se mantengan vigentes a lo largo del tiempo. El Premio las Yubartas me parece una estrategia muy eficiente para lograr eso que los emporios tienen muy fácil: acceder al flujo internacional, proyectar en distintas regiones un producto literario. Es una estrategia que articula fortalezas locales para generar dinámicas internacionales. Creo que puede llegar a ser muy poderosa. En cuanto leí la convocatoria sentí mucha esperanza de que se empiecen a fraguar proyectos así y además me pareció que acequia era una obra muy apropiada por ser fragmentaria y por ser al mismo tiempo localista y cosmopolita.
¿Qué está escribiendo ahora?
Tengo muchos proyectos en marcha. Tres novelas en borrador y una decena de cuentos bastante avanzados. Escribo mucho y publico poco. Y todo está relacionado, porque mi ambición es generar un pequeño universo en el que de pronto, quien se anime a visitarlo, diga, “¡Ah! Con que esto fue lo que le pasó, que aparece en esa otra novela” y siga de largo pero con una sonrisa como quien se encuentra con una persona que le fue muy querida en otro tiempo.