Un choque de emociones se apodera de uno al observar como viven más de un millar de encerrados en el penal de San Sebastián, lugar donde máximo pueden habitar unas 300 personas.
Personas durmiendo en los pasillos y en el patio, gente amontonada en el área asignada para el aseo, pasadizos lóbregos y estrechos atestados de cuantiosos individuos son algunas de las escenas desgarradoras que se observa en la penitenciaría cochabambina.
Los aislados están divididos por gremios, llegando a sumar un total de 1.045 personas, es decir que existe más de un individuo donde hay espacio solo para uno, originando una convivencia deplorable y degradante a la vez.
Definitivamente el hacinamiento atenta contra la calidad de vida de los privados de libertad, derechos básicos vinculados con el derecho a la vida como el derecho a la salud, y todos los servicios relacionados.