Un jurado de Londres acaba de absolver a Kevin Spacey de los nueve delitos de agresión sexual que pesaban en su contra. El actor estadounidense enfrentaba cargos por “delitos sexuales históricos” que habrían sucedido entre 2004 y 2013.
Este caso fue rápida y convenientemente asociado al caso de Harvey Weinstein y las decenas de imputaciones contra él, tanto de acoso y agresión sexual, como de violación. Varios de esos delitos fueron probados y una Corte lo sentenció a prisión. Hecho que detonó un sinfín de acusaciones similares contra hombres famosos o poderosos. El “efecto Weinstein” supuso un antes y un después para el movimiento #MeToo, que se fundó en 2017 precisamente para denunciar los acosos sexuales del exproductor de cine, y que se expandió luego al resto.
Al que fuera uno de los emperadores de Hollywood se le probaron los crímenes por los que está preso. Pero no siempre se comprueban los señalamientos por abusos sexuales, en gran medida anónimos y de muy larga data. Aun así, la sociedad —tan dada al impulso y tan poco inclinada a la reflexión— se devora a esos presuntos depredadores para expulsarlos envueltos en excremento, de modo que ya nadie se les acerque. Si son o no culpables, no es un tema: todos merecen ser desmenuzados y deglutidos por igual.
Y en esta moderna cacería de brujos, uno de estos hombres que deberá renacer de entre los restos malolientes, es Kevin Spacey. Una vez surgidas las inculpaciones (en este caso hechas por varones, lo que a efectos del colectivo #MeToo es irrelevante, puesto que lo que define el crimen como tal es que lo cometa un hombre), el actor fue cancelado. Apenas se lo apuntó como agresor sexual Netflix deshizo todos sus contratos con él y fue eliminado del reparto de la película que filmaba entonces. Ya olía mal y nadie se le acercaba.
Ahora que Hollywood y la otrora plataforma de Spacey están gobernados por esa parte del progresismo actual bautizado como “hiprogresía” —por su doblez y su mojigatería—, no se ha escuchado a estas productoras pedir disculpas al actor por haberse pasado el principio de presunción de inocencia por el forro y haber lanzado a la hoguera a uno de los suyos.
Pasó lo mismo con Plácido Domingo. A quien incluso el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música de España vetó tras las declaraciones de siete mujeres anónimas y una mezzosoprano, acusándolo de un presunto acoso sexual supuestamente cometido hace décadas. Hasta se creó un foro para recoger querellas contra el tenor. Un programa en un canal español se encargaba —por si fuera necesario darle más vigor al asunto— de hacer “investigaciones”: entrevistaba a mujeres y recibía llamadas de aquellas que habrían sufrido acoso sexual por parte de este cantante. El jurado televisivo daba su veredicto: Plácido Domingo ¡a los leones!
En 2019, el músico mexicano Armando Vega Gil se suicidó luego de que, bajo el hashtag #MeTooMusicosMexicanos fuera denunciado —anónimamente— en Twitter por una mujer que dijo haber sido acosada y abusada por él años atrás. Antes de colgarse de un árbol, el bajista dejó una carta de despedida en la que aseguraba la falsedad de la acusación y en la que decía que se quitaba la vida antes de manchar toda su carrera y a su hijo.
Mientras, en Argentina, un muchacho de 18 años se quitaba la vida días después de que una chica de su ciudad lo acusara falsamente de abuso sexual, lo que provocó que el joven fuera hostigado por una multitud. Este caso cobró relevancia porque la presunta acosada confesó que había mentido y que lo había incluido en la lista de acosadores —publicada en las redes sociales— “porque estaba enojada con él”. La confesión fue subida a las mismas redes antes de la muerte del incriminado, pero como no era un post “viralizable”, el acorralamiento al chico no paró.
Y es que, como alguien decía, no hay forma de defenderse ante los juicios del vulgo despiadado e inquisidor, que condena a muerte civil a ciertos hombres a sola instancia de un activismo escrachero e implacable.
Es entonces que se frivoliza la justicia, la de los principios universales. Juan Soto Ivars habla del abaratamiento de la ética. Y ve en el #MeToo las dos caras que otros también vemos: por una parte, la sensibilización sobre el acoso; por otro, la justicia paralela.
Existe una aberrante cultura de acosos y abusos sexuales en todo el mundo. El #MeToo puso en evidencia su dimensión. Solo que, como algunas corrientes que empiezan con motivaciones plausibles, perdió el control de sus adeptos que, en nombre del movimiento, no solo acaban con verdaderos agresores, sino que arrastran a un buen tanto de inocentes, para los que no hay redención.
Siempre pensé que el “cerdo” Strauss-Kahn llevaba bien su apodo. Quizás me dejé convencer por la actuación de Gérard Depardieu, encarnando un personaje con los mismos rasgos del exdirector del FMI, cuyo presunto abuso sexual a una camarera de hotel nos conmocionó. Pero el deseo de verlo preso no es suficiente. Ni para meterlo a la cárcel, ni para excluirlo de la sociedad.
Harvey Weinstein debe estar en la cárcel porque así lo sentaron los jueces. Los condenados por Facebook o Twitter tal vez merezcan ser escuchados antes de colgarse de un árbol.
Más de 7.334.000 bolivianos estamos habilitados para votar hoy en las terceras elecciones judiciales de nuestra historia. Son comicios en los que, como lo admite el presidente del Órgano Electoral Plurinacional, “a los ciudadanos y ciudadanas, no les gusta este sistema de elección de jueces”.
Ese disgusto permite pensar que, igual que en 2011 y 2017, una mayoría de los sufragios —más del 50%— no serán válidos.
Hace 200 años y cuatro días tuvo lugar la batalla que definió la liberación de las colonias españolas y cuyas características e impacto tendrían que inspirar en los bolivianos el espíritu de la celebración que merece el bicentenario de nuestra independencia.
Hace casi un año, Bolivia comenzaba a vivir por esta misma época los primeros desastres provocados por las lluvias; ahora, nuevamente, se tienen señales de alerta por los desbordes que comenzaron en Tarija, Luribay y Trinidad y se extendieron a Colcapirhua, Santa Cruz y el trópico de Cochabamba.
¿Usted sabía que el 40 por ciento de la superficie total de Bolivia, de una extensión de 1.089.581 km2, es montañosa y que más de la mitad de población vive en estos lugares? De ahí que esa sea una de las razones para conservar a estos gigantes de piedra.
Con la caída del régimen de Bashar al-Assad se abre una nueva etapa en Siria, en Medio Oriente. Será que en esta nueva página de la historia de este país azotado por más de 50 años por los conflictos: ¿Hay una oportunidad para la paz? Las primeras señales indican que sí, pero será el tiempo el que defina si este anhelo de miles de sirios se hace realidad.
En los últimos días, las redes sociales creadas para apoyar a controlar los incendios se llenaron de mensajes, pero no de alertas del fuego arrasando parques, bosques, reservas y serranías; sino, de felicitaciones por su entrega y dedicación con motivo del Día Internacional del Voluntariado.
Y, es que en estos casos decir gracias, no es suficiente frente al gran trabajo que realizan.
El Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE) han cerrado el viernes sus negociaciones para la firma de un acuerdo de asociación que apunta a “crear un mercado de 700 millones de personas”.
Se trata de un logro significativo que evidencia la madurez alcanzada por el Mercosur y perfila ventajosas oportunidades económicas y comerciales para los 32 países —27 europeos y cinco sudamericanos— que involucra la asociación de ambos bloques.
Hace prácticamente 100 años, el 19 de enero de 1925, durante el gobierno de Bautista Saavedra, se promulgó la Ley de Imprenta. Desde entonces, con la excepción de los períodos durante los que nuestro país fue sometido a las dictaduras militares, sus 71 artículos han sido la principal salvaguardia de la libertad de expresión e información.
La manera cómo se ha llegado a identificar las razones y el origen del alza en los precios de venta al detalle de un producto alimenticio de consumo masivo y cotidiano debiera servir de precedente para encarar fenómenos similares que afectan a la población en general, distorsionan la dinámica del mercado y amenazan con perjudicar a la economía nacional.
La intensidad, duración y consecuencias de las lluvias en cinco departamentos del país —a sólo cinco semanas de iniciarse su temporada— perfilan una situación crítica que, como muestra la experiencia de años pasados, va empeorarse.
Como es natural, las instancias estatales correspondientes se activan para asistir a los damnificados en tareas que deberán extenderse por varias semanas después de los desastres.