La violencia intrafamiliar, contra mujeres y niños, en Bolivia se intensifica, aumenta y llega a casos extremos a pesar de las leyes y otras normativas específicas.
Desde que se implementó la Ley 348, Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia, los datos de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas siguen siendo similares. Aproximadamente dos mujeres muertas a la semana, una cada tres días.
Desde entonces también se ha dado cientos, incluso miles, de charlas de sensibilización y de capacitaciones a funcionarios públicos, especialmente a policías, militares y bomberos, pero nada consigue revertir las cifras: los feminicidios y los infanticidios se siguen produciendo.
Según datos de la Fiscalía especializada en esta área, del 1 de enero al 26 de junio de 2023, en el país se registraron 23.686 casos relacionados con delitos de violencia de la Ley 348, el de mayor incidencia es violencia familiar o doméstica, con 18.030 denuncias.
En lo que va del año y hasta ayer, de acuerdo con datos divulgados por la Red de Lucha contra la Violencia, se habían producido 58 feminicidios y 15 infanticidios.
Esta realidad —cuya manifestación más terrible es la muerte reciente de una madre y sus dos hijos, infantes, después de que su expareja y padre de los menores los quemara con gasolina— tiene que interpelarnos acerca de nuestra actitud, colectiva y personal, respecto de la violencia contra las mujeres y niños.
“Creo que el mensaje fundamental es para la sociedad. No podemos naturalizar, no podemos ver que este tipo de acciones se conviertan en algo natural, en algo común. Todos tenemos que buscar y realizar acciones que impidan la reproducción de este tipo de actos”, dice al respecto el Defensor del Pueblo.
Tiene razón ese alto funcionario, puesto que esos hechos con consecuencias fatales son producto de una serie de agresiones que no pudieron pasar desapercibidas para el entorno de las víctimas.
Existe sin duda una amplia, y peligrosa, permisividad a las agresiones intrafamiliares. Esa tolerancia que fácilmente deviene en indiferencia nos hace responsables de este tipo de sucesos.
Vecinos, familiares, amigos y compañeros de trabajo asumen el problema de la violencia doméstica como uno ajeno cuando no se da en su propio hogar.
No es así, lo que está ocurriendo en Bolivia en este aspecto es un problema de todos, porque la sociedad entera sufre sus consecuencias.