Sacerdote jesuita, español nacionalizado boliviano, periodista capaz de decirles sus verdades a los políticos, cara a cara, como “Hombre invisible” o desde “La Hora del País”, detrás de los micrófonos o a través de las cámaras con su eterno espíritu rebelde y contestatario; amante del ciclismo y creador de La Vuelta a Copacabana; pero ante todo, con un gran espíritu humano, impulsor de los regalos de Navidad para miles de niños en el país… ese era Eduardo Pérez Iribarne, “un cura loco” con un corazón enorme, un “showman” con sotana y micrófono, un sacerdote fuera de serie.
Se fue ayer, a la patria celestial, a sus 80 años, e inmediatamente llegó al colegio San Calixto la romería de personalidades, autoridades, políticos, periodistas, religiosos, personas civiles… toda la población boliviana llora su partida.
Joven catalán, tenía 17 años cuando decidió incorporarse a la Compañía de Jesús, cuyos superiores le ordenaron que cumpla su misión pastoral en Bolivia. Su primer destino fue la capital de la provincia Rafael Bustillo, del departamento de Potosí, distante a unos pocos kilómetros de Siglo XX, donde comenzó su carrera periodística a través de los micrófonos de radio Pío XII, una emisora católica contestataria al régimen imperante por entonces, el de René Barrientos Ortuño. Tras un paréntesis en Chile, donde se graduó en teología y periodismo, sufrió el rigor de otra dictadura militar, aquella que a sangre y fuego mantuvo Augusto Pinochet al otro lado de la cordillera de los Andes, volvió a Bolivia y se instaló definitivamente en La Paz.
Fue el sucesor de otro comunicador jesuita y es pañol, José Gramunt de Moragas, al frente de radio Fides. Fue también testigo imponente del alevoso asesinato de su compañero de orden monacal, Luis Espinal Camps, hasta que otro pronunciamiento militar, lo obligó a exiliarse en Venezuela.
Con el retorno a la democracia, Pérez Iribarne se abrió espacio en el ámbito de la comunicación social en La Paz y en el país. Su obra es inconmensurable. La transformación de una emisora radial en un paradigma de la comunicación nacional. “La hora del país” dio voz a las poblaciones más alejadas de los principales centros urbanos del país. En Eduardo Pérez Iribarne se fusionaron el sacerdote, que da ayuda y hace obras de caridad, con el empresario capaz de erigir importantes empresas y medios de comunicación. Él mismo fue una escuela de periodismo en el país y hoy miles de periodistas rinden tributo a su maestro y mentor. El Tata Pérez, como se lo conocía, marcó huella en la comunicación nacional, en el ejercicio de la pastoral social y religiosa y hasta en el deporte con La Vuelta a Copacabana, que después se convirtió en La Vuelta a Bolivia. ¡Cómo no iban a quererlo y admirarlo! ¡Cómo no iban a llegar hoy miles de personas a despedirlo, a llorarlo y desearle buen viaje!