En mayo de 2022 comentamos en este espacio sobre el avance y la importancia geopolítica del Corredor Bioceánico Vial, un proyecto carretero acordado entre Brasil, Argentina, Paraguay y Chile que, una vez concluido en 2026, unirá el Atlántico y el Pacífico, trasladará el eje del comercio exterior de Sudamérica desde Panamá hasta el sur del trópico de Capricornio, y captará el 40% del transporte de productos exportables generados en la región.
Lamentamos entonces que Bolivia haya sido excluida de este proyecto por la ineficiencia de nuestra diplomacia y por diferencias ideológicas entre nuestros gobernantes y quienes entonces dirigían las naciones beneficiadas. Varios analistas, especialistas y académicos coincidieron en que el marginamiento de Bolivia, era un grave error estratégico.
El Gobierno reaccionó airadamente negando tal exclusión, sin embargo, en junio de 2022, el presidente paraguayo Abdó Benitez invitó formalmente a nuestro país a ser parte del proyecto, durante un encuentro bilateral de mandatarios en Villamontes. En la oportunidad, el presidente Luis Arce señaló que “recibimos con agrado la propuesta de formar parte de esa carretera”, pero le aclaró al mandatario guaraní que Bolivia “hace años (impulsa) la construcción de una ferrovía interoceánica”.
En lugar de aprovechar la oportunidad y sumarnos a ese proyecto vial, reaccionamos organizando de inmediato una reunión con los cancilleres de Perú, Brasil y Paraguay para reactivar el Corredor Ferroviario, que sigue siendo prioridad para nuestro Estado porque, según dijo el Ministro de Obras Públicas “Nosotros somos el corazón de Sudamérica y por lo tanto es más directo y más eficaz la salida por territorio nacional”. Fruto de esa reunión se organizaron nuevas “mesas de trabajo” y en febrero de 2023, recién se ordenó el inicio de los estudios de diseño técnico de preinversión de dos tramos faltantes “para saber cuánto costará la construcción de esos dos tramos férreos y en qué lugares estarán las estaciones de carga y de pasajeros”.
Pese a que el presidente Lula da Silva expresó su interés en reactivar el proyecto, queda en duda la posición del Perú cuya crisis interna, sumada a los roces diplomáticos con Bolivia, han dejado en statu quo la decisión sobre este tema. Por otro lado, la mirada boliviana sobre la integración parece haber vuelto los ojos hacia organismos como Celac y Unasur, y a países como Venezuela, antes que hacia sus vecinos del Mercosur.
Han sido los empresarios privados bolivianos los que, hace unas semanas durante una visita a la ruta Trans Chaco y a la Hidrovía Paraguay-Paraná, han podido verificar (con sana envidia) los avances y la potencialidad de Proyecto Bioceánico Vial y han evidenciado que hoy mismo, antes de concluirse, ya está dinamizando el comercio, producción agrícola, bienes raíces y puntos de distribución logístico en el área de construcción de los tramos.
Por su parte, los gobiernos socialistas de Chile y Argentina también aceleran la construcción de las obras de infraestructura faltantes en sus territorios, pero sobre todo ya están realizando planes complementarios a través de sendas alianzas público privadas, para encarar los beneficios colaterales de este proyecto. Se estima que, una vez concluido, Chile podría convertirse en el país más importante de conexión comercial del continente y por esa razón está activando ramales carreteros y ferroviarios internos que habilitarán varios puertos, aprovechando el tránsito que arribará o saldrá desde y hacia los países de Asia.
Es indudable que, finalmente, nos acoplaremos a este proyecto por razones elementales de ahorro en tiempo y recursos, pero además porque puede ser una ruta alterna para las exportaciones de la agroindustria a los mercados asiáticos, que evada los posibles contratiempos generados en la actualidad por los numerosos conflictos sociales y bloqueos de rutas internacionales, que afectan y ponen en riesgo el tráfico de productos.
Es deseable que Bolivia logre finalmente concretar en un tiempo prudencial, el anhelado Corredor Ferroviario Bioceánico, lo que también nos convertiría en un eje fundamental del comercio exterior, considerando además las grandes ventajas económicas de usar las rutas ferroviarias, sin embargo, para ello será necesario ajustar radicalmente nuestra visión política sobre la economía, la producción, el comercio, la inversión privada y la integración. Mientras eso ocurra, sólo queda aprender del ejemplo que nos dan aquellos países vecinos que anteponen el bienestar de sus pueblos y las oportunidades económicas, antes que las diferencias ideológicas y políticas.