No he leído aún el mea culpa de aquellos, nosotros, que fuimos parte del cierre de Página Siete. Se sabía desde hace muchos años que el medio estaba asfixiado económicamente por la presión del Gobierno de Evo Morales, régimen que dejó de poner publicidad en medios independientes y plurales, y más bien, invirtió millonadas, pero millonadas, en los funcionales al partido o, peor, en aquellos que compró o creó.
Página Siete intentó, de varias maneras, sortear tal situación haciendo un periodismo libre, plural, serio, responsable, en definitiva, profesional, y luego aplicando estrategias comerciales como las suscripciones, algo que en Bolivia no funciona.
Para que un periódico se mantenga, necesita de ingresos por publicidad, y aquí está el problema, pues con el cierre del matutino nos venimos a enterar de que el Gobierno —a través de sus vías como Impuestos Nacionales— amedrentaba a quienes “osaran” auspiciar a Página Siete.
Tres elementos para analizar. Primero, que las empresas del Estado inviertan en publicidad debería estar prohibido, pero esto no quiere ser entendido, quizá porque las razones que lo explican son muy evidentes; a mí no me parece ético ni para el Gobierno ni para el medio recibir publicidad del Gobierno, ni es ético que el Gobierno gaste el dinero del pueblo en publicidad, propaganda, y/o en compra y creación de medios...
Segundo, que el Gobierno interfiera en la decisión y libertades de los privados me parece un abuso total.
Tercero, el cierre de Página Siete es producto del abuso de poder, un poder que dice que respeta la libertad de expresión pero que te manda al día siguiente a Impuestos, y eso debe ser denunciado a tiempo. No se lo hizo, no se lo hace y no se lo hará.
Se nos ha acallado... un periódico libre y valiente se ha cerrado y ha ganado el abuso de poder, el autoritarismo, el miedo, la mentira, la corrupción, el narcotráfico, la violencia... ha muerto una parte vital de todos nosotros.