No estoy para nada en contra de la entusiasta celebración de Halloween en mi ciudad (como en todo el país, seguramente). Al contrario, da gusto ver a niños y jóvenes divertirse sin tener que beber alcohol hasta la bestialidad, como en varias otras celebraciones.
Además, es positivo que adoptemos nuevas costumbres y festividades, aunque formen parte de cierto folklore globalizado, vulgar y homogéneo. Siempre es bueno aprender de los otros y cambiar los viejos hábitos. Pienso que hace unos siglos estábamos sacrificando gente a los cerros y comiendo carne cruda... así que esto de disfrazarse de zombie o de vampiro es definitivamente un progreso.
Con suerte, en unos años, terminaremos imitando cosas más interesantes. No sé, la democracia y el Estado de Derecho, por ejemplo.
En cuanto a mí, la verdad es que no me disfrazaré. Y no sólo por mi carácter formal, inevitable considerando mi avanzada edad. Si no uso un disfraz en esta fecha es por miedo a que me guste demasiado y no quiera ya dejar mi personaje.
Imaginen que me visto de algún héroe... Pizarro, Cortez o Bolívar, digamos. Me tolerarán un día o dos, pero luego es seguro que muchos me tomarán a mal caminar por ahí ensartando masistas con mi espada o arruinando los rituales paganitos de tantos compatriotas.
¿O quizás acabo cayéndole bien a la gente? Prefiero no averiguarlo.