La gente sigue pensando que Luis Arce es el único que tiene la receta para resolver los problemas económicos. Ante la ausencia de referentes de oposición que se hayan posicionado como críticos con credibilidad en esta materia, hay una suerte de resignada aceptación de que las soluciones, en lo inmediato, solo pueden venir de quien ha manejado la economía del país desde hace casi veinte años.
La economía ocupa ahora un lugar más importante que la política, aunque la primera muchas veces esté condicionada por la segunda. Para las aspiraciones de Arce, un agravamiento acelerado de los problemas económicos podría ser definitivo e incluso empujarlo a dejar la candidatura. Pero una administración rigurosa de los tiempos, para evitar la catástrofe, podría permitirle llegar con cierta expectativa al tramo final del proceso electoral.
La oposición es más política que técnica. De ahí que los cuestionamientos al manejo económico no hayan tenido un efecto importante. En todo caso, no hay quien sepa dar una envoltura simple a la explicación de los complejos problemas del día a día y, quizá por eso, es que hasta ahora la mayoría confía más en el sentido común oficial que en el pesimismo de los críticos.
El malestar de la gente no alcanza a reflejarse en una narrativa de cambio. En casi 20 años de gestión del MAS, los opositores no han conseguido crear un gabinete en la sombra, un equipo/espejo que evalúe el desempeño gubernamental en cada una de las áreas, alerte, pero sobre todo proponga alternativas. El ámbito de acción de la oposición parece restringido a una muy débil resistencia parlamentaria.
Desde hace tiempo que algunos líderes opositores esperan sentados a ver cómo llevan al cadáver del enemigo por la calle, pero los años no pasan en vano y varios de ellos han terminado por experimentar los mismos síntomas de desgaste que sufre el adversario. La crisis de credibilidad de unos arrastra también, imperceptiblemente, a los otros. Y es que el reloj avanza implacable para ambos.
En la coyuntura actual parece imposible que haya vuelta atrás en la política. Las nuevas generaciones no miran hacia el pasado para buscar una solución y acaso por eso todas las encuestas y estudios revelan la importancia que tiene la renovación de ideas y líderes, un proceso que abarca todo el espectro ideológico, de la izquierda a la derecha.
El MAS quiso ser el primero en empujar ese cambio y lo logró a medias con Luis Arce, porque el cambio fue meramente cosmético. Caras nuevas, pero los mismos vicios y las viejas conductas, lo que ahora hace muy difícil distinguir al actual mandatario del anterior, salvo en aspectos meramente formales.
Ser diferente no es solo no ser del MAS. Eso es algo que hasta ahora no entienden muchos opositores y tal vez por eso mismo Luis Arce se mantiene a la cabeza de la intención de voto en todos los sondeos. Y es que mientras no haya una señal genuina de renovación, la opción continuará siendo el menú de rutina.
Por eso, el presidente todavía tiene el beneficio de la duda. Es lo que hay y todavía no aparece alguien que le haga suficiente sombra como para comenzar una transición, así sea mental, hacia un posible escenario futuro. Por ahora Arce juega solo y esa es una ventaja, incluso cuando los precios suben y los dólares desaparecen.