La cumbre “informal” de líderes de países sudamericanos, convocada por el presidente brasileño en Brasilia, cumplió a medias las intenciones de su anfitrión: se dejaron de lado “las innegables diferencias ideológicas” para dar lugar al pragmatismo, pero no se definió plazo alguno a la preparación de una “hoja de ruta para la integración de Suramérica”.
El encuentro los líderes de 12 países del subcontinente —11 jefes de Estado y el presidente del Consejo de Ministros del Perú— tuvo un inicio áspero provocado por la condescendencia de Lula da Silva respecto de Maduro al calificar de “narrativas” las críticas sobre la falta de democracia o violaciones de los derechos humanos en Venezuela.
Cuatro presidentes, tres de derecha y uno de izquierda, criticaron esa actitud. Pero el asunto no tuvo mayores consecuencias y se impuso el propósito unánime de apuntar a la integración de los países sudamericanos en un bloque.
Un propósito que tiene poco más de medio siglo, aunque los intentos anteriores lograron alcances menos ambiciosos, como el de 1969 cuando cinco países crearon el Pacto Andino (hoy Comunidad Andina de Naciones y con solo cuatro naciones); y, en 1991, el Mercado Común del Sur (Mercosur), conformado por cuatro miembros plenos y siete asociados.
Otros intentos fueron el de Unasur, fundada en 2008 por 12 países —luego abandonada por varios de los socios por razones ideológicas— y, en 2019, Prosur, cuya carta constitutiva fue firmada por nueve Estados.
Ahora se trata, nuevamente, de los 12 de los países de América del Sur, que reconocen “la importancia de mantener el diálogo regular, con miras a impulsar (su) proceso de integración y proyectar la voz de la región en el mundo”, como enuncia el Consenso de Brasilia, la declaración final de la cumbre de ayer firmada por todos los participantes.
El alcance temático del documento es vasto y circunscrito a los múltiples desafíos del mundo actual, desde la migración hasta el cambio climático, pasando por la transición energética, el combate al crimen organizado y otros aspectos.
Pragmático, la cumbre crea “un grupo de contacto, encabezado por los Cancilleres, para evaluación de las experiencias de los mecanismos sudamericanos de integración y la elaboración de una hoja de ruta” que apunte al mismo propósito: la integración. No hay plazos para ello, pero sí el acuerdo de volver a reunirse “en fecha y lugar a ser determinados” con el fin de “repasar el curso de las iniciativas de cooperación sudamericana y determinar los próximos pasos a tomarse”.
Son buenos propósitos los frutos de la cumbre de ayer en Brasilia, y un éxito para la diplomacia de Lula da Silva.