En este contexto de incendios forestales y conflictos políticos, una nota pasó injustamente desaparecida: en el municipio de Cochabamba se reportan entre dos y tres casos diarios de embarazo adolescente, aunque muchos no son denunciados. Estos datos corresponden a la Dirección de Género Generacional de la Alcaldía, que ofreció este panorama en el marco de un festival educativo realizado este fin de semana junto con otras instituciones que abordan a la problemática.
Ya en marzo pasado, el Ministerio de Salud había informado que en Bolivia se registra por día un promedio de 89 embarazos adolescentes, y que en 2023 hubo 32.508 casos, de los cuales 2.136 fueron menores de 15 años.
A pesar de que vivimos en una era de acceso ilimitado a la información, los embarazos adolescentes continúan siendo un problema alarmante. Es desconcertante que, en un contexto donde la tecnología y acceso a internet pone al alcance de los jóvenes tanta información sobre sexualidad, anticoncepción y prevención, las cifras sigan siendo tan preocupantes. ¿Realmente es la falta de información lo que perpetúa esta problemática? ¿O hay factores más profundos que estamos dejando de lado?
Otro dato para tomar en cuenta: la mayoría de los casos de embarazo en adolescentes enel municipio de Cochabamba se concentra en la zona sur de la ciudad, una de las áreas más vulnerables socioeconómicamente. Esta concentración geográfica nos revela que, aunque el acceso a la información es importante, la educación integral y el contexto social juegan un rol crucial en este tema.
La sexualidad adolescente no es un fenómeno nuevo, pero lo que sí es alarmante es la edad cada vez más temprana del inicio de vida sexual. Casos como el de una niña de 12 años sorprendida por su madre manteniendo relaciones sexuales con un joven de 17, con quien se conoció a través de redes sociales, nos exigen reflexionar sobre el rol de las nuevas tecnologías. Las redes sociales, que deberían proveer mayor información y orientación, son utilizadas para interacciones rápidas y peligrosas.
La formación integral va más allá de la difusión de información biológica sobre la sexualidad. Implica también educar a los jóvenes en habilidades emocionales, sociales y éticas. Debemos enseñar a nuestros adolescentes a reconocer sus derechos sexuales y reproductivos, pero también a desarrollar el respeto por el cuerpo propio y ajeno, a comunicarse adecuadamente con sus pares y a tomar decisiones conscientes. Este enfoque debe incluir a las familias, quienes muchas veces no cuentan con las herramientas necesarias para guiar a sus hijos. Por ello, es importante apoyar con mayor prioridad estos sectores más expuestos a la vulnerabilidad social, tales como la zona sur de Cochabamba.