En el actual paisaje económico boliviano, las tensiones son palpables, y el epicentro de la preocupación, la crisis cambiaria. El valor del dólar, que históricamente ha oscilado alrededor de los 6,96 bolivianos, experimenta una escalada vertiginosa, alcanzando los 8 a 9 bolivianos en el mercado paralelo y proyectándose a subir aún más en los próximos meses. Este fenómeno, aparentemente desafiante, es el resultado de una combinación de factores intrínsecos ligados al modelo económico del Gobierno y la interacción con dinámicas globales.
El declive en las reservas internacionales ha debilitado la capacidad del país para mantener la estabilidad cambiaria. Además, la reducción en los precios de los productos de exportación, particularmente en sectores clave como la minería y el gas, ha afectado significativamente los ingresos del país. La inestabilidad económica global, exacerbada por eventos como la pandemia y guerras, también ha desempeñado un papel en este escenario desafiante.
Entre las consecuencias económicas y sociales, se da este ajuste abrupto en el valor del dólar, que no es sólo una cifra en los informes financieros, sino una realidad que reverbera en los hogares y las empresas. Las familias enfrentan un aumento en el costo de vida a medida que los productos importados se encarecen. En paralelo, las empresas luchan con mayores costos de producción y dificultades para acceder a divisas, lo que potencialmente conduce a la pérdida de empleo y disminución de la inversión.
Desde una perspectiva liberal, el Gobierno se encuentra en una encrucijada que exige medidas decisivas enfocadas a liberar el mercado. Restaurar la estabilidad económica implica fortalecer las reservas internacionales, diversificando las fuentes de ingresos mediante la liberación y mejora de la competitividad en las exportaciones, esto es clave para que ingresen divisas al país. Es también necesario fomentar un ambiente propicio para la inversión extranjera, lo cual lamentablemente no ocurre: las calificadoras internacionales de riesgo coinciden en las “perspectivas negativas” sobre la economía nacional. Esa calificación resulta de diversos factores, como la situación política, económica y social del país; su historial crediticio, la inflación, la tasa de interés de su deuda, la estabilidad cambiaria, entre otros.
Superar la crisis cambiaria en el país es una necesidad urgente. El gobierno no puede seguir haciéndose al ciego frente a esta situación. Este desafío macroeconómico, también presenta una oportunidad para reevaluar el modelo estatista vigente y fortalecer los cimientos de la economía boliviana, sentando así las bases para un desarrollo económico más resistente y sostenible en pro de un mercado más libre.