Ciertamente, el título es acre, agresivo y controversial, pero no encuentro otras palabras que reflejen, en su verdadera magnitud, el estado de situación de los llamados movimientos sociales —llamados por otros también organizaciones sociales—. Estas organizaciones, de base esencialmente sindical, en un pernicioso proceso de desnaturalización, pactan con el poder de turno, perdiendo su esencia. No sólo se pervierten, también se prostituyen frente al poder. Los cambios de sus lealtades y alianzas, manifiestan crudamente esa realidad. Ayer estaban con Evo. Hoy, con el “hermano” Lucho, que les reparte espacios y cuotas de poder en todos los órganos del Estado. Seguramente, cuando Lucho carezca de esa posibilidad, inmediatamente cambiaran lealtades.
En términos generales, en el mundo, los movimientos sociales surgen en momentos de aguda crisis de representación. Cuando la clase política se aleja de la sociedad civil y se aparta de su rol primigenio de representación. Esto provoca un enorme déficit en la atención de demandas. Es ahí cuando la sociedad civil siente el abandono de la clase política, dando lugar al surgimiento de nuevos movimientos sociales que se organizan en torno a demandas que la clase política no puede atender. En otros casos, el abuso y exceso de poder, también propician la creación de nuevas organizaciones. En el auge de estos movimientos, los partidos políticos son desplazados de su rol de intermediación, pues las organizaciones pasarán a cumplir ese rol transcendental.
En los inicios del presente siglo, en Cochabamba, irrumpe una emblemática organización: la Coordinadora de Defensa del Agua y la Vida. El descomunal aumento de las tarifas de agua que se produce con la privatización de este servicio, provocó una enorme movilización y revuelta popular, en cuyo desenlace se produce la expulsión de Aguas del Tunari, subsidiaria de la transnacional norteamericana Bechtel, que pretendía lucrar con el agua.
Hay también otras organizaciones sociales de gran trascendencia política. Entre éstas, la legendaria Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb); la Confederación Nacional de Mujeres Originarias Indígenas Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa; la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (Cscib); la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (Cidob) y el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq). Las demandas de estas organizaciones que provienen desde la colonia, y que ningún gobernante en la Republica tuvo la capacidad de atender, tienen que ver con la tierra, el territorio, los derechos indígenas y la propiedad de los recursos naturales estratégicos.
Ahora, tras la importancia que cobró la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida, estos movimientos se convierten en el gran referente, sobre todo, por lo que pueden lograr organizados. Esto propiciará luego la conformación del “Pacto de Unidad,” donde confluirán muchas organizaciones con la demanda de Convocatoria a la Asamblea Constituyente. De modo muy resumida, es el origen de los movimientos sociales en Bolivia. Como se observa, en su creación, están presentes propósitos sanos y de interés común.
Sin embargo, desde la asunción de Evo Morales al poder, experimentarán notables mutaciones. Primero, se convierten en principales aliados políticos del régimen. En esa alianza de carácter prebendal-corporativo, sus dirigentes experimentan las adictivas mieles del poder. Conscientes de su gran papel en cuanto al logro de estabilidad y gobernabilidad política, exigirán luego cuotas en el aparato estatal. Incluso en el poder judicial, pues como sostiene García Linera, el “cuoteo entre los lideres de confederaciones y federaciones”, estuvo presente en la selección y elección de magistrados, tanto el 2012 como el 2017.
Ahí se produce, estimados lectores, ese nocivo proceso de desnaturalización. Abandonan la esencia de su creación y, poco a poco, en el ejercicio del poder político, se pervierten. Esa fatal tendencia de que el poder siempre pervierte, se aplica exactamente con ellos.
Con voraz apetito, comienzan a favorecerse con los diezmos en licitaciones, contratos y todo tipo de compras. En esas condiciones y contexto, el “proceso de cambio” forjará una nueva clase social: “los nuevos ricos azules”.
Las lealtades de estos dirigentes no son con las bases. Las lealtades e intereses están con el poder de turno. Vean cómo, al margen de pervertirse, también, inexorablemente, se prostituyen.
Y, lo que es peor, han enraizado e instituido esa perniciosa forma de hacer política bajo la podrida dictadura sindical. Cambiar esto puede tomar muchas generaciones.