El acuerdo de los 10 puntos entre el equipo económico del Gobierno y el empresariado boliviano para paliar la crisis cambiaria ha sido analizado abundantemente desde la perspectiva económica en estos días por expertos, empresarios, políticos y entendidos en áreas específicas, destacando positivamente varias medidas y observando algunas. En la balanza de las reacciones, la esperanza tuvo mayor peso que el escepticismo.
Autoridades públicas y representantes privados se pusieron manos a la obra para materializar los acuerdos y ahuyentar aquello que había atrapado al conjunto de los actores económicos del país en el último año, desde febrero de 2023: la desconfianza en las acciones gubernamentales relacionadas con la economía nacional debido a la falta de dólares, escasez de combustibles, presión inflacionaria, peligro de estanflación, salida de inversiones extranjeras, empresarios bolivianos yéndose a otros países de la región... la lista es larga.
La suma de todos esos factores dio como resultado inicial un cuadro de situación que fue retratado con precisión por la prestigiosa periodista Amalia Pando en el streaming “Último Momento”: “Luis Arce será recordado como quien quebrantó la estabilidad económica del país después de cuatro décadas”. ¿Cómo se explica eso? Devaluación, en los hechos, del boliviano de hasta el 30% en el mercado paralelo del dólar estadounidense y escasez-especulación de los carburantes, cosas que son parte del mal recuerdo de los días aciagos de la UDP.
Resulta incomprensible cómo el autor del “milagro económico boliviano” —así haya sido degradado a simple cajero en la guerra política de facciones oficialistas— ha trastocado todo y no tenga en sus manos salidas prácticas y viables para solucionar la crisis económica antes de 2023 y más bien se enfrascó en la disputa política para mantenerse y reproducirse en el poder con la obsesión de eliminar a Evo Morales de la carrera electoral interna. Haberse aliado con la cúpula del Tribunal Constitucional y el Órgano Judicial fue detectado como el mayor “pecado” cometido para proscribir al caudillo.
Por eso, desde la perspectiva política, el documento de los 10 puntos firmado por ministros del área económica y los máximos representantes de los empresarios privados del país puede denominarse como el “acuerdo salva apuros” porque busca desesperadamente salvar la candidatura de Luis Arce en 2025 que ya estaba haciendo aguas con un creciente y sostenido descontento social ante todo lo enunciado líneas arriba, además del encarecimiento de los alimentos, repuestos, insumos agrícolas, etc. y los intentos de subida de tarifas en el transporte público.
¿Quién, en su sano juicio, podría votar por alguien que siendo presidente y haciéndose llamar autor del modelo económico social comunitario productivo quebrantó la estabilidad económica del país? El sambenito ya está colgado en el pecho de Arce. Los estrategas políticos del Gobierno intentaron sacárselo con el acuerdo anticrisis firmado con el empresariado, pero parece que ya es tarde. El mandatario también tendría una impresión parecida y por eso no dijo nada en sus redes sociales, además de evitar ser atacado como el nuevo representante de los sectores oligárquicos de Argentina.
Quien sí sabe que puede debilitar a Arce con la crisis económica es el caudillo del evismo. Morales mostró una metamorfosis en cuestión de días. De aplaudir el primer encuentro del Gobierno con los empresarios, cuando éstos últimos presentaron sugerencias para encarar la crisis cambiaria, pasó a la petición de una cumbre nacional a la que también deberían convocarse a los movimientos sociales, sabiendo que el Ejecutivo no lo hará jamás, y remató con la afirmación de que el acuerdo del 19 de febrero no soluciona la crisis económica y la frase lapidaria: “Estamos hundidos”.
Morales y el evismo tenían entre sus líneas de ataque político el mal manejo económico, además de la protección al narcotráfico, la traición al instrumento político y la corrupción a todo nivel, pero en el último tiempo se dieron cuenta que golpear y golpear sobre la crisis económica, puede acelerar notoriamente el desgaste del enemigo interno y puede poner en entredicho la matriz discursiva del “Gobierno de la industrialización”. Tal vez eso también explica el silencio del mandatario.
En su cinismo político, Morales ha comenzado a blandir la bandera de la eliminación de la subvención de los combustibles, como si la gente no se acordara que en su régimen no sólo que se la mantuvo, sino que llegó a cifras impensadas (un promedio de más de 2.000 millones de dólares de los presupuestos anuales). No le importa.
Lo que realmente le interesa es desgastar a Arce, quien tiene poco margen para escapar al acoso discursivo que amenaza con venirse con todo y dejarlo ante el electorado como un candidato enano a la reelección presidencial, pese a tener el control del Gobierno en sus manos.