En un análisis de su H Parlante, Rafael Archondo llegaba a estas más que preocupantes conclusiones:
“Las dos fracciones del MAS se pelean por ser más castristas, más maduristas y más orteguistas que nunca. Solo así creen poder sostener la lealtad de su electorado… la división del MAS no permitirá el nacimiento de una corriente moderada, de una izquierda democrática. Lo que habrá serán dos espacios compitiendo por ser más ultras.”
Inmunes a las evidencias y a los hechos que asolan esos desgraciados países (migraciones/huídas masivas, pauperización, megacorrupción, represión, asesinatos), los masistas abogan por elogiar, si no emular el desastre, incapaces de verlo por mucho que salte a la vista. Esto puede entenderse mejor si se tiene en cuenta la tercera característica o rasgo esencial del MAS: la estupidez. Las otras dos, como ya lo habíamos expuesto y demostrado en otro artículo, son la corrupción y la mentira. En cuanto a esa característica tan pródiga y abundante que es la estupidez, por ahora contentémonos nada más que con dos botones de muestra, de pasada: los numerosos elefantes blancos y la destrucción de la Cancillería.
Ahora la gran pregunta es: ¿cuánto caso hay que hacer a sus retóricas extremistas, tan penosamente expresadas, y según las cuales los peores criminales políticos de los últimos decenios, los más ensangrentados (Ortega y su bruja, Maduro, Putin, los horribles ayatolas, etc.) son considerados “hermanos”, según su jerga mitomaníaca? ¿Se trata sólo de airadas declamaciones retóricas, las propias de una total incapacidad de pensar? O dado el caso y la oportunidad ¿de veras tratarán de forzar este país hacia semejantes abismos? Es decir, más “nacionalizaciones”, más invasiones de tierras, más represión, más apresamientos políticos, más exacciones, más propaganda, peor educación, más trabajo para los pongos jurídicos, más corrupción (¿dónde ya?), y la total aniquilación de lo que queda de las instituciones…
Otra vez: ¿cuán lejos pretenden llegar? Sin ninguna vergüenza, todo lo contrario, Evo-el-Fraudulento estuvo hace poco en Venezuela, desde donde hizo sus declaraciones altisonantes, invariablemente dignas de ese gran tinglado de la estupidez mundial que es la Venezuela chavista.
Hace poco otro chavista venezolano negaba, nada menos, que existiera el Tren de Aragua, esa inmensa organización del crimen que está extendiendo sus tentáculos por toda Sudamérica. Con eso el “hermano” simplemente demostraba lo que ya se sabe: que el Tren de Aragua y el chavismo hacen buenas migas. Recuérdese, en este contexto, el asesinato de un opositor venezolano en Santiago de Chile. Maduro, Cabello, Ortega, Putin son, también, unos jefes mafiosos. Como tales actúan.
Es de esperar, a estas alturas, que el Tren de Aragua no tenga, ya, sus qhatus funcionando en el Chapare, con la venia de quien no conoce escrúpulos con tal de salirse con la suya. Ya lo demostró cuando llegó al extremo de cometer fraude; pero le salió mal. Y es de esperar que a individuo tan peligroso le siga saliendo mal todo cuanto haga, que pierda todo tren.
Pero que a él le vaya tan mal como es deseable, no nos libra sin embargo de mucho, pues ahí está ‘Lucho’, ahí está igual el masismo en activo, con todos sus incompetentes, con todos sus grupos de choque, con todos sus “autoconvocados”, con todos sus religiosamente convencidos, sus coimeados y obligados, además de su tremenda estructura partidaria, que nadie más la tiene. Y mientras ellos sigan en el poder, como parece ser, nada, nada bueno, en ningún campo, le espera a este país, que ya no da para MAS.
El autor es escritor